La caracola y el clérigo – Germaine Dulac, 1928

La caracola y el clérigo

Francia, 1928

Directora: Germaine Dulac

Guión: Antonin Artaud

Género: Surrealismo, cine mudo

Argumento

Un hombre vierte un líquido oscuro en botellas, sirviéndose para ello de una caracola. Lo espía con indignación un militar altamente condecorado, quien porta un largo y reluciente sable.

Las botellas, una vez llenas de líquido, son dejadas caer al suelo por el personaje que las llena. Vemos que éste es un sacerdote, pues viste sotana con alzacuellos. Está muy concentrado en su labor, pero se le nota nervioso. Las botellas van haciéndose añicos a su lado.

El militar se aproxima a él a paso ralentizado, quitándole la caracola y partiéndola con su sable.

Después, el cura camina a gatas por toda la ciudad; hasta ver a una atractiva mujer en un coche de caballos. Se trata de la esposa del militar, y éste se sienta al lado de ella. Poco más tarde, en una iglesia, el clérigo observa a hurtadillas que la mujer se está confesando, y que quien escucha la confesión es su propio esposo. Enfurecido, el cura interviene para estrangular al militar…

Comentario

Un año antes de que Buñuel y Dalí realizaran su célebre “Un perro andaluz” (1929) se filmó también en Francia ésta película (que al contar con unos 40 minutos de duración puede considerarse mediometraje). El film que hoy nos ocupa resulta por lo tanto precursor y pionero del género vanguardista del surrealismo en la gran pantalla. La película tiene una atmósfera claramente onírica. El guionista fue nada menos que Antonin Artaud, dramaturgo francés conocido por ser el padre del llamado “teatro de la crueldad”, y cuya estética y posicionamientos estilísticos se aproximan mucho a la corriente surrealista que en la Francia de los años ´20 cultivaban Breton, Dalí o Buñuel entre otros artistas. Artaud, muy interesado en temáticas esotéricas y psiconáuticas (experimentó en México con el peyote) sería asimismo uno de los inspiradores del “movimiento pánico” que varias décadas después desarrollarían Jodorowsky, Arrabal y Topor. Artaud, quien entre muchas otras obras publicó un libro sobre el emperador romano Heliogábalo, escribió varios guiones de cine, cuando el séptimo arte aún estaba en pañales.

Entre dichos guiones el más conocido es el de “La caracola y el clérigo”. Al parecer, Artaud no quedó satisfecho con el resultado final de la película y consideró que la directora Germaine Dulac había adulterado la intencionalidad que el trató de plasmar en su guión.

Hay que señalar que muchos fueron los guiones escritos en los años ´20 por surrealistas, pero poco los que fueron llevados a la gran pantalla. Pues expresar en imágenes los desfases y divagaciones de la mente resultaba aún harto complicado.

Sea como fuere, la película da la impresión al espectador de estar viviendo una especie de sueño hipnótico, a lo que contribuyen (además de una historia más allá de toda lógica) los planos (muchos de ellos picados, y desde perspectivas inverosímiles), así como la banda sonora (que en ocasiones parece incitar a la somnolencia y en otras cuenta con unos acordes polifónicos y un tanto caóticos, como en la escena del estrangulamiento). Asimismo está presente en la película una obvia simbología de corte ocultista, como por ejemplo el suelo ajedrezado (en el salón de baile).

De los actores, el que tiene la tiene más larga (me refiero a su carrera fílmica) es el que hace de general, Lucien Bataille, quien participó en 80 títulos entre 1910 y 1945. Alex Aillin (el sacerdote) y Genica Athanasiou (la chica), quien procedía de Rumanía, apenas intervinieron en una decena de películas (la mayoría mudas).

Especialmente interesante resulta el acompañamiento musical, añadido por cierto mucho después, y que ensalza de forma envolvente esa atmósfera onírica del film.

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