Vertigo – Alfred Hitchcock, 1958

Vertigo

EEUU, 1958

Director: Alfred Hitchcock

Guionista: Arthur Laurents (adaptación de la obra de Patrick Hamilton), con colaboración de Hume Cronyn
Género: Thriller psicológico, suspense
Compositor de la banda sonora: Leo Forbstein
Montaje: William H. Ziegler
Producción: Alfred Hitchcock, Sidney Bernstein (Transatlantic Pictures)

Intérpretes:

James Stewart (Rupert Cadell)

John Dall (Brandon Shaw)

Farley Granger (Phillip Morgan)

Joan Chandler (Janet Walker)

Cedric Hardwicke (Henry Kentley)

Constance Collier (Anita Atwater)

Douglas Dick (Kenneth Lawrence)

Edith Evanson (Wilson)

Dick Hogan (David Kentley)

Argumento

John “Scottie” Ferguson, hombre maduro, soltero y solitario, es un agente de policía retirado que siente pánico a las alturas. Tras la accidental muerte de uno de sus compañeros, que se precipitó al vacío desde el tejado de un edificio mientras ambos perseguían a un delincuente, su vértigo patológico se ha incrementado a niveles traumáticos. Incluso subirse a un taburete ya le produce mareos. Scottie se ve obligado a presentar la baja, y se siente culpable del trágico accidente, pues piensa que podría haberlo evitado de haber reaccionado a tiempo…

Spoiler

La costurera (diseñadora de lencería) y artista Midge Wood está entre sus pocas amistades íntimas. Ambos tuvieron una breve relación sentimental en el pasado. Cierto día, el ex-policía es contactado por un viejo amigo de su juventud, Gavin Elster, quien desea encargarle un trabajo como detective. Gavin está preocupado por el comportamiento extraño de su esposa Madeleine, y le pide a Scottie que la vigile, siguiéndola discretamente. La mujer desaparece con frecuencia por la ciudad, cuando regresa no recuerda dónde ha estado, se muestra apática, melancólica y ausente, en ocasiones cae en estados de trance. Gavin está convencido de que Madeleine está siendo parasitada por una fuerza espectral maligna. El detective, más racional y pragmático, no cree en esas “fábulas” y piensa más bien que debería acudir a un psiquiatra.

Al principio Scottie se muestra reticente a la hora de emprender la tarea, aceptando a regañadientes y sólo para hacerle un favor a su amigo. Pero pronto el trabajo empezará a obsesionarle. Comienza así a seguir en coche a la bella Madeleine a través de todo San Francisco. Ella compra flores, va a un cementerio y las deposita ante la tumba de una tal Carlota Valdés. Luego se dirige a un museo, se sienta ante el retrato al óleo de una dama y se queda contemplando el cuadro durante horas. Scottie averigua que la mujer de la pintura se llama… Carlota Valdés. Más tarde la sigue hasta un hotel. La señora de la recepción informa al policía de que la joven es una cliente habitual del establecimiento, que suele venir dos o tres veces por semana. Cuando el agente pregunta por el nombre con el que ella está registrada, la respuesta no le sorprende demasiado: “Carlota Valdés”.

Con la ayuda de su amiga Midge y la de un librero francés al que ésta conoce, el detective descubre que la tal Carlota era una española que vivió en San Francisco en el siglo anterior y que al enloquecer terminó suicidándose en plena juventud.

Tras nuevas pesquisas, y después de hablar con Gavin, sale además a la luz que Carlota era una bisabuela de Madeleine. Todo indica que poco a poco el espíritu de Carlota va tomando posesión de su bisnieta. Scottie piensa que debe tratarse de un caso de sugestión, que Madeleine está bajo la influencia de las historias que se cuentan en la familia. Pero Gavin asegura que su mujer nunca oyó hablar de su bisabuela; el vínculo que existe entre ambas es instintivo, está en la sangre y al mismo tiempo procede del “Más Allá”.

Otro día, al salir del museo, Scottie sigue a Madeleine hasta la Bahía de San Francisco. Allí presencia aterrado cómo la mujer se tira al agua. Pero el detective se zambulle tras ella y logra rescatarla. La lleva a su casa, y cuando Madeleine vuelve en sí no recuerda nada. Tampoco se acuerda de que estuvo en el museo, y de hecho afirma no haber estado nunca dentro.

Gavin llama por teléfono y Scottie le informa sucintamente sobre lo que acaba de ocurrir. “Madeleine tiene ahora 26 años. Carlota se suicidó a los 26…” dice Gavin angustiado. Mientras ambos hablan, Madeleine se marcha de la casa de Scottie sin despedirse.

Pero regresa al día siguiente para darle las gracias. Scottie y Madeleine van juntos a un bosque de secuoyas a las afueras de la ciudad, y comienza a nacer una mutua atracción entre ambos. Ella le confiesa que sufre con frecuencia visiones sobre la muerte. Parece intuir que está predestinada a morir pronto, y es acosada por virulentos impulsos suicidas. Él jura protegerla y estar siempre a su lado. Los dos se enamoran y terminan besándose apasionadamente.

Mientras tanto, Midge está ligeramente celosa de las largas ausencias de Scottie. Para tratar de volver a atraer su atención pinta un retrato al óleo donde aparece ella como Carlota. Pero eso produce el efecto contrario, pues cuando el detective ve la pintura se marcha indignado.

Muy temprano a la mañana siguiente, Madeleine acude a casa de Scottie tras haber sufrido una pesadilla. Describiendo el edificio donde ella se encontraba durante el sueño, el detective lo reconoce: Se trata de un viejo convento español (la “Misión San Juan Bautista”) a las afueras de San Francisco. Los dos se dirigen hacia allí. Scottie busca emplear racionales métodos terapéuticos para curarla, confrontándola directamente con sus miedos.

Sin embargo, una vez allí, ella insiste en entrar en la iglesia sola. Cuando Scottie comprende el por qué ya es demasiado tarde: Madeleine sube a la alta torre del campanario con la intención de arrojarse al vacío. Para salvarla, el vértigo del detective volverá a ser un duro obstáculo…

Comentario

Una de mis películas favoritas del maestro Hitchcock, ésta obra cumbre del suspense conjuga a la perfección la clásica intriga detectivesca con un romanticismo de ultratumba, una enorme profundidad psicológica y unos bien dosificados elementos sobrenaturales.

Cuando intenta rescatar a Madeleine, el vértigo vuelve a jugarle al protagonista una mala pasada. Nuevamente se siente culpable de una tragedia y cae en una profunda depresión. Scottie debe ser internado durante meses en una clínica. Cuando sale, vuelve a frecuentar los mismos lugares donde seguía a Madeleine, con la esperanza de hallarla allí: El cementerio, el museo, el hotel… El trastornado detective sigue enamorado más allá de la muerte. Se fija en todas las mujeres que tienen algún parecido físico con Madeleine. A una de éstas, que tiene una similitud particular, la sigue hasta el hotel en el que reside, toca a su puerta y desea conocerla. Judy al principio desconfía, y sabe que Scottie está interesado en ella porque le recuerda a otra. Sin embargo pronto cede y acepta salir con él.

Sería un gran desacierto revelar más detalles de la trama, especialmente en una película de suspense como ésta. “Vertigo” es un film sobre el cual debería leerse lo menos posible si aún no se lo ha visto. Desde la entrada en escena de Judy, de un parecido tan asombroso con Madeleine que uno se pregunta si no sería ella, la historia toma un giro insospechado. A partir de aquí nos alejamos de lo sobrenatural, aunque no del misterio ni de la enigmática antepasada: Algo que fue propiedad de Carlota será un indicio clave para arrojar luz sobre el asunto…

“Madeleine” es una ilusión, un ser tan etéreo e inalcanzable como Carlota; una mujer idealizada en la que Scottie (magnéticamente atraído por ella) proyecta un amor de carácter autodestructivo. La manipulación (el control de la mente y de los sentidos) es uno de los temas centrales del film.

Si bien en su momento “Vértigo“ pasó relativamente inadvertida por la gran pantalla, con los años se ha convertido en todo un clásico, en una muestra indiscutible del buen hacer tras las cámaras del maestro del suspense. La película está basada en una novela de misterio francesa de 1954: Sueurs Froides: D’Entre les Morts (“Sudores fríos: De entre los muertos”), de Boileau-Narcejac.

James Stewart, un habitual colaborador de Hitchcock, interpreta al atormentado y enamorado detective con fobia a las alturas. La bella Kim Novak, que irradia una potente aura erótica, da vida tanto a Madeleine como a Judy.

“Vértigo” tiene una potente carga simbólica, con veladas referencias a los problemas sexuales que aquejan al personaje principal.

Martin Scorsese, el director de “Uno de los nuestros” (1990) y de “Casino” (1995) es un gran admirador de Hitchcock y particularmente de la excelente película que nos ocupa: “Vértigo es muy importante para mí porque tiene un protagonista completamente guiado por una obsesión”. Los memorables títulos de crédito de “Vértigo” fueron realizados por Saul Bass, a quien casi cuatro décadas después Scorsese contraría para que diseñara los títulos de crédito de “Casino”, su epos gangsteril ambientado en Las Vegas.

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