Palermo-Milán solo ida – Claudio Fragasso, 1995

Palermo Milano solo andata

Italia, 1995

Director: Claudio Fragasso

Guión: Rossella Drudi

Intérpretes:
Giancarlo Giannini, Raoul Bova, Ricky Memphis, Francesco Benigno, Romina Mondello, Tony Sperandeo

Argumento

Un “pentito” (“arrepentido”) de la Mafia revela a la policía el nombre de Turi Leofonte, un contable con numerosos datos sobre el financiamiento de la organización del jefe Scalea. El comisario Nino Di Venanzio recibe la misión de convencer a Leofonte de que colabore con las autoridades (tras el registro domiciliario de su villa), y una vez conseguido su asentimiento para la cooperación, escoltarlo a él y a su familia desde Palermo a Milán, donde deberá declarar en el juicio.

Precipitadamente, Leofonte, su esposa y su hijo pequeño, así como Chiara, su hija adolescente (que en el momento del arresto de su progenitor se encontraba en una fiesta de la alta sociedad palermitana); deben salir de su residencia para ser conducidos en tres diferentes coches al aeropuerto, desde donde volarán a Milán en medio de un importante dispositivo de seguridad. Di Venanzio insta a Leofonte a que se despida de su mujer y su hijo a las puertas de su villa, pues “en el aeropuerto no habrá tiempo para eso”; tras lo cual son introducidos en automóviles policiales distintos. Chiara es recogida por otros dos agentes, uno de los cuales (Tarcisio) la reconoce por haber visto antes una foto suya en la casa durante el registro.

De camino al aeropuerto la acongojada esposa de Leofonte presiente melancólicamente que ésta es la última vez que ve Palermo, mientras observa la ciudad desde la ventanilla.

El coche a bordo del cual se encuentra Chiara está más alejado, en cambio el automóvil que transporta a Leofonte (y el comisario) y aquel en el cual viajan su mujer y su hijo van prácticamente juntos…

En una especie de plaza, aún en plena ciudad, se produce traicioneramente una emboscada: De una furgoneta que les corta el paso, emergen varios individuos pertrechados de fusiles automáticos y descargan ráfagas de plomo sobre los dos primeros coches de la comitiva. Un intenso tiroteo se cobra las vidas de dos de los agentes de la escolta, y de varios de los sicarios. Finalmente, cuando parece que ha cesado la lluvia de balas, la esposa de Leofonte cargando a su hijo sale del agujereado automóvil (pese a que los policías le habían instado a no hacerlo), y corre hacia donde se encuentra parapetado su esposo… Uno de los sicarios aprovecha la oportunidad de que la infeliz se ha puesto a tiro y la acribilla a balazos, con su hijo en brazos; ambos perecen como consecuencia, y Leofonte – testigo de la tragedia – queda devastado. Mientras tanto, Chiara ignora lo que le acaba de suceder a su madre y a su hermano (acabará enterándose bastante tiempo después, escuchando la radio), pues el coche en el cual viaja se encontraba a una distancia considerable.

El atentado, que estaba destinado a silenciar a Leofonte para siempre y evitar su declaración ante los tribunales, sólo ha podido llevarse a cabo debido a alguna “filtración” de información en el seno del aparato policial o judicial (las cloacas del estado), alguien “en las altas esferas” con conexiones políticas y administrativas, parecía tener interés en evitar que Leofonte llegase vivo a Milán. Sólo así se explica que los sicarios tuvieran conocimiento de que el contable había decidido colaborar con las autoridades, y – lo que es aún más sorprendente – de que estuvieran al tanto del concreto trayecto que de camino al aeropuerto seguía la comitiva.

Di Venanzio se da cuenta de ésta obviedad; han sido traicionados. Han sido utilizados, y como agentes de la escolta “con razón” fueron elegidos policías con nula experiencia; para facilitar así la labor de los sicarios; ésto lo menciona el propio Leofonte. Di Venanzio, que recibe la llamada de uno de sus superiores, y que habla con un juez, se niega a informar sobre su paradero, y dice que se desplazarán hasta Milán por sus propios medios, sin contar con la cobertura estatal, para así evitar nuevos atentados. Ya no utilizarán teléfonos, para impedir ser localizados, y a partir de ese momento la misión consistirá en llegar con vida a Milán, escoltando a Leofonte y a su hija, y repeliendo a los asesinos que, pisándoles los talones, les siguen la pista. Viajarán en coche, tren y autobús, de riguroso incognito, sufriendo múltiples percances antes de alcanzar finalmente su destino – al que no todos los integrantes de la comitiva llegarán…

Comentario

Muy entretenido post-polizziotesco (que al ser rodado en 1995 resulta tardío para su género, tan característico de los años setenta), que combina con gran éxito drama, intriga y acción. La frustrada historia de amor entre la guapa y pizpireta Chiara y su escolta el tímido y diligente Tarcisio merece una mención especial. También la banda sonora con sus ínfulas épicas, sobre todo hacia el final de la historia; cuando Leofonte llega a los tribunales, escoltado por cada vez más agentes.

El director de la película, Claudio Fragasso, es conocido especialmente por haber realizado producciones de serie B (y Z) durante los años ´80, a la sombra de maestros como Lucio Fulci y otros compatriotas. Fragasso estuvo involucrado en el proyecto “Zombi 3” (1988), que pretendía ser una secuela de la fulciana “Zombi 2” (1979) a su vez una segunda parte (apócrifa) de la famosa película de George Romero “The Night of the Living Dead” (1968). También es responsable Fragasso de realizar “Troll 2” (1990), una involuntariamente hilarante película, supuestamente de terror.

Sobre todo en comparación con otros productos de su autoría, “Palermo Milano solo andata” resulta sumamente convincente y recomendable. Fragasso reemprende más que dignamente el género que veinte años antes cultivaban con maestría los también italianos Enzo Castellari, Umberto Lenzi o Damiano Damiani, entre otros. La historia de “Palermo Milano…” es una creación original escrita por Fragasso y su mujer, Rosella Drudi, autores del guión.

Gotti – Robert Harmon, 1996

Gotti

EEUU-Canadá, 1996

Director: Robert Harmon

Guión: Steven Shagan (basado en libro de Jerry Capeci y Gene Mustain)

Intérpretes: Armand Assante (John Gotti), William Forsythe (Salvatore Gravano), Richard C. Sarafian (Paul Castellano), Frank Vincent (Robert Di Bernardo), Anthony Quinn (Aniello Dellacroce), Dominick Chianese (Joe Armone), Vincent Pastore (Angelo Ruggiero), Tony Sirico (Joe Dimiglia)

Música: Mark Isham

Argumento

En los años setenta, John Gotti (Armand Assante) es un gangster asociado a la facción de Aniello “Neil” Dellacroce (Anthony Quinn) en el seno de la familia Gambino de la Mafia de New York. Gotti acostumbra a reunirse con sus subalternos en el club social Ravenite, sito en la Mulberry Street de Little Italy. Entre los hombres de su equipo se encuentran su hermano Gene y Angelo “Quak-Quak” Ruggiero. Un día, Neil Dellacroce visita a Gotti en el Ravenite y le comunica que Don Carlo Gambino, el capo di tutti capi, desea hablarle. John y Neil llegan a la casa donde reside el anciano boss, allí los esperan éste, su brazo derecho Paul Castellano (primo y cuñado) y el consigliere Joe “Piney” Armone (Dominic Chianese). Don Carlo tiene un trabajo para Johnny-Boy: Liquidar al gangster irlandés que en una pelea mató a su sobrino.

Tras cumplir el encargo, la influencia de Gotti comienza a crecer en la familia. Pero un soldado que colaboró con él en la eliminación del irlandés resulta ser una fuente de potenciales problemas, debido a su comportamiento demasiado impulsivo e indiscreto, influenciado por el consumo excesivo de cocaína. Gotti decide quitar de en medio a este estorbo. Pero lo hace sin el consentimiento de la familia. Ello supone una ruptura con las estrictas reglas de la Mafia. Además, a diferencia de Gotti (que tan sólo es todavía un “asociado”) el soldado era un “made man”, un “hombre hecho”, que ha pasado por el rito de iniciación de Cosa Nostra. Y por si fuera poco, era un integrante de la facción de Castellano, primo y cuñado de Don Carlo y su designado sucesor.

Según las leyes de la Mafia, John debería ser ejecutado por haberse saltado las normas de una forma tan flagrante. Pero gracias a la intercesión de su mentor Dellacroce, uno de los subjefes de la familia junto a Castellano, es perdonado. Se salva así de la muerte, pero no de la cárcel: poco después debe ingresar en prisión por el homicidio del irlandés. Pasa un par de años tras los barrotes, y tras cumplir su condena es recibido por los suyos como un héroe. Ahora ya es „uno de los nuestros“, un made man (aunque del rito iniciático no se vea nada en la película).

Estamos en 1976, y el viejo Don Carlo ha fallecido. Al frente de la familia le sucede Paul Castellano, a quien Gotti detesta. Desde hace más de una década, los Gambino han estado compuestos por dos facciones complementarias (ambas unidas gracias a la autoridad de Don Carlo, pero con relaciones recíprocamente poco cordiales entre ellas); la de Neil Dellacroce (a la que pertenecen Gotti y los suyos) y la de Castellano. Mientras que Castellano se encarga de supervisar operaciones financieras de alto nivel, de la delincuencia de cuello blanco (en la construcción, la recogida de basuras, las comisiones, etc); Dellacroce dirige a los tough guys, a los chicos duros de la calle, y coordina sus operaciones de extorsión, asaltos a mano armada, hijackings (o secuestro de camiones repletos de mercancías, etc). Dellacroce es el jefe de los gangsters típicos, y Castellano por su parte, es más bien un hombre de negocios (sucios, sí; pero negocios de oficina, que le mantienen alejado del mundo de la calle).

Sólo hay una cosa que, bajo las directrices de Gambino, para ambas facciones siempre ha sido esencial: Nada de traficar con drogas. El narcotráfico atrae demasiado la atención de las autoridades. La compra y venta de drogas es un “no go”, un asunto tabú, para los uomini d´onore, para la Mafia de la vieja escuela. Sin embargo, para desgracia de Gotti, varios hombres de su equipo no se atienen a esa regla de oro, entre ellos su propio hermano. Cegados por la codicia, Genie y “Quak-Quak” (llamado así por su propensión a hablar demasiado, algo que tampoco es aceptable – y que puede ser peligroso – cuando se es miembro de una sociedad secreta) están traficando con ingentes cantidades de heroína, lo cual pronto se convierte en un secreto a voces en todo Brooklyn.

Generalmente, a estas alturas de los años setenta, el narcotráfico ya estaba muy difundido entre los integrantes de las cinco familias, pero oficialmente seguía prohibido por la Comisión – aunque en general los jefes solían ser “tolerantes” y mirar para otro lado (el líder de los Bonanno, Carmine Galante, era él mismo un narcotraficante a gran escala, uno de los mayores artífices de la “Pizza Connection”). Pero esta política de hacer la vista gorda no era practicada por Paul Castellano, quien como su predecesor era muy severo en temas de drogas. Dellacroce advierte a Gotti sobre el peligro que se cierne sobre su equipo si Big Paul llega a enterarse, y John amonesta a los suyos, sin que esto les haga cambiar de proceder.

En 1980 una tragedia sacude a la familia. No a la de Cosa Nostra, a los Gambino; sino a la familia personal de Gotti. Su hijo Frank, que paseaba en bicicleta por la vecindad, es atropellado por un coche y muere en el acto. El causante del desaguisado es un vecino de los Gotti, John Favara. Pese a que se trata de un desgraciado accidente, Favara no podrá eludir la venganza del gangster. Un día es asaltado por sus hombres, entre ellos Salvatore “Sammy the Bull” Gravano, quienes le ultiman a tiros en represalia.

Hacia mediados de los ochenta Gotti ha ascendido de “soldado” a caporegime, o capo. Las tensiones en el seno de los Gambino se recrudecen, y ambas facciones (hasta ahora en cierto modo complementarias) comienzan a distanciarse. Sobre todo en el equipo de Gotti, el malestar por el liderazgo de Paul Castellano se hace cada día más patente. En 1985, Gotti teje una conspiración para eliminar al jefe (y reemplazarlo). Para ello, realiza “sondeos” dentro de la familia, y logra hacerse con el apoyo de una parte importante de los demás capos, entre ellos Sammy Gravano. A inicios de diciembre fallece el anciano y enfermo Neil Dellacroce, mentor de Gotti, una especie de padre para él en el seno de la Mafia. El odio de John hacia Castellano crece ante el hecho de que Castellano no se ha dignado a presentar sus respetos al fallecido histórico de los Gambino, prefiriendo no acudir al funeral.

El 16 de diciembre de 1985 tiene lugar el asesinato de Big Paul y de su fiel lugarteniente (subjefe y guardaespaldas) Tommy Bilotti. Ambos son cosidos a balazos cuando se disponían a descender de la limusina que acababa de aparcar frente al restaurante Spark´s Steak House de Manhattan. Gotti y Gravano supervisan la operación desde un coche al otro lado de la calle. Poco más tarde, a principios de 1986, John Gotti pasa a ser nombrado oficialmente como nuevo jefe de la familia Gambino. La ruptura con la Mafia de la vieja escuela, con los tiempos de Don Carlo, es ahora total. Sammy Gravano pasa a ser el subjefe, y de la vieja guardia sólo queda Joe Armone, quien aprobó la eliminación de Castellano y que continúa siendo el consigliere.

A partir de ahora, gracias a su carisma y a su peculiar estilo, Gotti comienza a hacerse muy popular en los medios. Por sus caros trajes hechos a medida comienzan a llamarlo “The Dapper Don”, el “Don dandy”. A ese sobrenombre pronto se añadirá uno nuevo: “The Teflon Don”, pues ningún caso se le “quedaba pegado”; logró salir victorioso de dos procesos. El primero de los juicios, por agresión a un conductor en una disputa callejera; un asunto trivial de aparcamientos. El individuo en cuestión, llamado a testificar, no tenía ni idea quién era Gotti en el momento de los hechos. Ante la corte, cuando el juez le instó a señalar a su agresor, cuando se le preguntó si lo reconocía en el banquillo de los acusados, el pobre hombre, consciente ya de que se trataba del jefe de los Gambino, repuso (temeroso de su vida) que “no se acordaba”, que lo había “olvidado todo”. Así, el capo fué absuelto, y al día siguiente los periódicos titularon “I Forgotti”, juego de palabras con “olvidé” (I forgot) y “Gotti”. Sin embargo, el segundo proceso trataba de algo bastante más serio: Los fiscales intentaron meter al “padrino” entre rejas en base a la ley federal RICO (Racketeer Influenced and Corrupt Organizations Act), mediante la cual se había descabezado con éxito a las otras cuatro familias de la Mafia de New York: Los respectivos jefes de los Bonanno (Phillip Rastelli), los Genovese (Anthony Salerno), los Lucchese (Anthony Corallo) y los Colombo (Carmine Persico). También Paul Castellano estaba encausado, pero Gotti lo libró de ir a la cárcel, pues cayó bajo una lluvia de plomo antes del veredicto. Ahora era Gotti quien se enfrentaba a un juicio que pretendía ser la continuación del llamado Caso Comisión. Pero también logró salir indemne, gracias a la pericia de su abogado Bruce Cutler, siendo absuelto por falta de pruebas.

Los agentes que día y noche seguían los pasos de la cúpula de los Gambino, vigilando constantemente el Ravenite social club y sus inmediaciones, se enteraron de que, cuando Gotti y sus más cercanos colaboradores debían discutir asuntos realmente relevantes subían a un piso situado en el mismo edificio, perteneciente a una viejecita, viuda de uno de los hombres de Dellacroce. La buena señora salía a pasear y allí se quedaban los gangsters, que se sentían seguros y hablaban sin pelos en la lengua, describiendo sus negocios sin tapujos. Una noche, agentes del FBI instalaron micrófonos en la vivienda. A partir de entonces escucharían las conversaciones del escurridizo capo, y reunirían las pruebas suficientes para lograr su definitivo encarcelamiento.

No todos estaban satisfechos con el liderazgo de Gotti. “Piney” Armone, el anciano consigliere, le recriminó su carácter excesivamente “extrovertido” hacia los medios de comunicación, su amor por el protagonismo. Las excentricidades y el afán de llamar la atención son características que pueden agradar “al público” pero que no son bien vistas por los taciturnos mafiosi de la vieja escuela (que guardan un perfil bajo). Esa forma poco prudente de proceder puede resultar contraproducente para la seguridad del clan. Asimismo, la decisión de liquidar a Castellano se hizo sin el consentimiento de las otras cuatro familias. Pues, del mismo modo que para quitar de en medio a un “soldado” hay que pedir permiso al jefe; para “golpear” al jefe se debe contar con el asentimiento de los otros cuatro jefes. Por lo tanto, Armone recomienda a Gotti que se “ponga en guardia”. Efectivamente, no mucho después, en abril de 1986, un coche bomba destinado contra el flamante jefe de los Gambino hace volar por los aires los pedazos de Frank DeCicco, uno de sus más cercanos colaboradores. Gotti empieza a obsesionarse con la seguridad, y a su comportamiento excéntrico y pendenciero se une ahora la paranoia. Ve posibles traidores y conspiradores por todas partes, y ordena el asesinato de varios de sus hombres, entre ellos Robert “DeeBee” DiBernardo (Frank Vincent), un capo dedicado al negocio de la pornografía. “DeeBee” es atraído a las oficinas de Sammy Gravano, y mientras éste le distrae invitándole a tomar un café, uno de sus sicarios le dispara un tiro en la nuca.

Las grabaciones en casa de la viejecita finalmente dan sus frutos. El 11 de diciembre de 1990, agentes del FBI irrumpen en el Ravenite y arrestan a Gotti, Gravano y al nuevo consigliere Frank LoCascio. Cuando éstos escuchan sus propias voces, que han sido grabadas por los micrófonos policiales en la casa que los gangsters creían segura, saben que esta vez no se van a librar tan fácilmente del “Hotel Rejas”. Sammy Gravano se indigna al oír en esas cintas a Gotti hablando mal de él a sus espaldas, llamándole “codicioso”, entre otras cosas. Los agentes del FBI y la fiscalía comprueban con regocijo que meter cizaña entre ambos será muy útil para mandar a Gotti a la cárcel para siempre…

El auténtico John Gotti
El auténtico John Gotti

Comentario

Esta co-producción televisiva (canado-estadounidense) de la HBO narra el ascenso y la caída de John Gotti (1940-2002) basándose en el guión del periodista Jerry Capeci, especializado en la Mafia italoamericana y administrador del sitio web con actualizaciones semanales Ganglandnews. En general el film es bastante fidedigno con la historia real, y los personajes están bien caracterizados. Armand Assante da vida al “Dapper Don” con gran acierto, pero lo verdaderamente sensacional hubiera sido que (al estilo del “Vaquilla”) hubieran permitido a Gotti salir de la cárcel para que se interpretara a sí mismo. Con su amor a las cámaras y a su “público”, seguro que habría estado encantado de hacerlo. Aniello Dellacroce está caracterizado por Anthony Quinn, quien en la vida real era al parecer amigo de John Gotti, o al menos simpatizante y defensor suyo (como también el actor Mickey Rourke). A DiBernardo lo interpreta Frank Vincent, un habitual secundario en las películas de gangsters, que también aparece en “Goodfellas” (a.k.a. “Uno de los nuestros”) (1990) y “Casino” (1995), ambas de Martin Scorsese. Estas dos grandes películas, por cierto, son muy superiores a la “Gotti” (1996) de Robert Harmon que nos ocupa, como también (siguiendo con esta temática) “Donnie Brasco” (1997) de Mike Newell con Al Pacino y Johnny Depp, asimismo basada en hechos reales (la infiltración del agente del FBI Joe Pistone en la familia Bonanno). La melancólica melodía de la película es buena y emotiva, pero la banda sonora en general (siempre muy importante) podría ser mejor. Aún así, “Gotti” es altamente recomendable y su visión resultará especialmente de interés para los amantes del género, y para aquellos que se hayan previamente documentado acerca de las intrigas en el seno de la Mafia neoyorkina, de la cual John Gotti (el auténtico) fue uno de los más importantes protagonistas.

EEUU

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Los que no perdonan – Andrea Bianchi, 1974

Los que no perdonan (V.O. Quelli che contano)

Italia, 1974

Director: Andrea Bianchi

Género: Thriller, polizziesco, acción

Guión: Piero Regnoli

Intérpretes: Henry Silva (Tony Aniante), Barbara Bouchet (Margie), Fausto Tozzi (Don Ricuzzo), Vittorio Sanipoli (Don Cascemi)

Argumento

Tony Aniante (Henry Silva) es un asesino a sueldo recién retornado a Sicilia procedente de los EEUU. Ha sido contratado por Don Cascemi, uno de los jefes locales de la Mafia, para sembrar la cizaña entre dos familias rivales; de forma que éstas procedan a decimarse entre ellas dejando así vía libre al grupo de Cascemi, quien pretende encaramarse a la cúspide del poder una vez que sus adversarios estén debilitados. Con su peligroso juego a dos bandas (nunca major dicho), Tony busca que la discordia estalle entre los Cantimo y los Scannapieco, que se disputan un lucrativo negocio de tráfico de heroína.

Ricuzzo Scannapieco, el jefe de una de las dos familias, está casado con Margie (Barbara Bouchet) una ex-prostituta norteamericana con gran afición a la bebida, que no deja de insinuarse constantemente ante Tony. Éste la rechaza, pues quiere evitar problemas, pero ella insiste (en varias ocasiones), hasta que el gélido y pétreo sicario en la primera ocasión la posee con contundencia en la cocina y en la segunda no tiene más remedio que pegarle una paliza en el pajar (“cinturonazos” incluídos) para que lo deje tranquilo.

Tony logra el objetivo de Don Cascemi: Los Scannapieco y los Cantimo se matan entre sí; a base de emboscadas, asaltos y recíprocos atentados. El líder de los Cantimo es herido mortalmente en un tiroteo cuando una noche están recogiendo en la playa un alijo que acaba de llegar a la costa.

Existe también en segundo plano una historia de amor “romeojulietesca” entre dos adolescentes de las familias rivales. Tony intenta ayudarles a escapar de ese ambiente de violencia, pero poco antes de lograrlo hacen irrupción los hombres de Scannapieco (que han recibido la órden de liquidar a Tony por haber golpeado a Margie), armados de escopetas, logran reducir a Tony y le someten a una brutal paliza, tras lo cual dándolo por muerto lo arrojan barranco abajo.

Pero Tony consigue reponerse, recibe un arma del nieto paralítico del difunto Don Cantimo y acude a la masía de Ricuzzo Scannapieco para vengarse. Margie, la mujer de éste, se ha suicidado tras ingerir masivamente barbitúricos. Tony llega sólo y es recibido por Scannapieco y una decena de sus hombres, todos armados. En el momento menos pensado, hombres que estaban parapetados tras los muros del caserío emergen con sus escopetas y fusilan a Scannapieco y sus esbirros. Tony ha logrado desintegrar esa banda rival.

Tras el cumplimiento de su misión se reencuentra con el jefe Don Cascemi, que en la parte trasera de su vehículo le felicita por haber cumplido el objetivo y se dispone a agradecerle su colaboración… pagándole con plomo. Le apunta con su pistola, aprieta el gatillo… pero no pasa nada. Tony ya contaba con esa traición y se había encargado de sacar las balas. Además, se descubre que el motivo principal por el cual había regresado a Sicilia no era cumplir ese encargo como sembrador de cizaña, sino algo más personal… vengarse del asesino de su madre, que resultaba ser el mismo Don Cascemi. Por si eso fuera poco, la eliminación de Don Cascemi ya había sido decidida por la Comisión de la Mafia (“aquellos que cuentan”, de ahí el título de la película); pues Cascemi se dedicaba al tráfico de heroína usando para ello métodos demasiado desaprensivos y grotescos (escondiendo la droga en el interior de los cadáveres de niños pequeños).

Finalmente Don Cascemi es acribillado por sus propios guardaespaldas y Tony se hace con el poder en el seno de la Mafia.

Comentario

Violento e impactante polizziesco lleno de trepidante acción y memorables escenas. Su protagonista Henry Silva (estadounidense de orígen puertorriqueño) figuró en numerosos films del género, siendo el más digno de mención el excelente “Milano Calibro 9” (1972) de Fernando Di Leo, que también cuenta con la participación de la atractiva Barbara Bouchet. El director Andrea Bianchi es el realizador de la involuntariamente hilarante “Le Notti del Terrore” (1981) (a.k.a. “Burial Ground”) un despropósito de zombies que resulta sumamente entretenido.

Es bastante obvio que “Quelli che contano” tiene marcadas reminiscencias estilísticas de italo-western; de hecho es básicamente un italo-western en contexto mafioso y ambientado en la Sicilia del siglo XX. También el detalle de la melodía que silba misteriosamente el protagonista antes de cada intervención recuerda a obras de Sergio Leone, véase Charles Bronson y su armónica en “C´era una volta il West” (1968) (a.k.a. “Hasta que llegó su hora”). Asimismo la trama del solitario forajido/sicario entre las dos bandas/clanes recuerda a “Por un puñado de dólares” (1964) (que a su vez está basado en el chambara “Yojimbo” – 1961 – del japonés Kurosawa), y el detalle final de la venganza familiar también una vez más nos retrotrae a “Hasta que llegó su hora”. Pero Andrea Bianchi no es Sergio Leone, pese a sus buenas intenciones, y tampoco el encargado de la banda sonora del film que nos ocupa era precisamente el gran Morricone… Sin embargo “Quelli che contano” (“Aquellos que cuentan”) es una película muy interesante, que si bien no llega al nivel de la genial “Milano Calibro 9” es no obstante sumamente disfrutable.

Por cierto, el personaje de Barbara Bouchet, la etílica ninfómana esposa de uno de los jefes mafiosos, recuerda a la Ginger (esposa de “Ace Rothstein”/Robert DeNiro) que 21 años más tarde interpretaría Sharon Stone en “Casino” (1995) de Martin Scorsese.

Pizza Connection – Damiano Damiani, 1985

Pizza Connection

Italia, 1985

Director: Damiano Damiani

Guión: Damiano Damiani, Ernesto Gastaldi, Franco Marotta, Laura Toscano

Intérpretes: Michele Placido (Mario Aloia), Mark Chase (Michele Aloia), Simona Cavallari (Cecilia Smedile), Tony Sperandeo (Vincenzo), Leonardo Marino (Jefe de Policía)

Música: Carlo Savina

Argumento

El taciturno y reservado Mario (Michele Placido) es un siciliano propietario de una pizzería en Nueva York, que está involucrado en negocios del crimen organizado italoamericano. Cierto día recibe la visita de un intermediario de la Mafia llegado desde Sicilia, el siniestro Armando Ognibene. Éste le encarga liquidar a un competidor para poco después partir de vuelta a Palermo y organizar allí un atentado contra el procurador de la República, un fiscal dispuesto a combatir a la Mafia que se ha vuelto muy peligroso para la organización.

En Palermo, el joven Michele trabaja como vendedor en un mercado callejero. Cierto día su jefe es asesinado a tiros por un sicario, y él, que ha visto la cara del delincuente, se siente tentado de testificar, y comienza a hablar con la policía pero se echa para atrás cuando comprueba que los demás testigos desaprueban el trato con las autoridades, por motivos de la imperante omertà o ley del silencio. Durante el atentado, Michele ha protegido a una chica que estaba entre los compradores del mercado, con la que poco después inicia una romántica e idílica amistad.

Cuando regresa a casa, Michele (que ha sido despedido de su trabajo por hablar con la policía) comprueba con grata sorpresa que su hermano mayor ha regresado del otro lado del Atlántico. Su hermano “americano” no es otro que Mario, que intenta hacer de Michele (buen tirador con armas de fuego) un ayudante para el proyecto de liquidar al procurador. Pero el carácter de Michele es completamente diverso del de su hermano mayor, y no tiene la mentalidad, el interés o la audacia para involucrarse voluntariamente en asuntos relacionados con la Mafia. No obstante, Mario persistirá en tratar de hacer un cómplice de su hermano pequeño.

Michele, preocupado tras haber perdido su trabajo y enterarse de que Mario es un sicario, se cita con la jovencita Cecilia, de unos 14 años, la chica que conoció en el mercado durante el atentado. Ambos sienten atracción mutua, pero él se encuentra ofuscado por agobiantes quebraderos de cabeza.

La adolescente tampoco está en una situación fácil. Vive con su madre, quien la obliga prostituirse. Además, su hermano es toxicómano y el compañero de la madre, el inquietante Vincenzo, es un peligroso y violento proxeneta.

Cuando Michele descubre la horrenda explotación a la que Cecilia está sometida, monta en cólera e intenta llevársela de la pesadillesca casa familiar, pero es reducido por Vincenzo y otros vecinos, y tras una lucha callejera en la que presa de la desesperación y armado de una barra metálica la emprende a golpes contra un coche, es arrestado y enviado a prisión. Su hermano Mario se encargará de pagar la fianza para sacarlo de la cárcel y de pagar también a los Smedile (la familia de Cecilia) para que “olviden” lo sucedido.

Cuando, una vez en libertad, Michele acude a casa de los Smedile para llevarse a Cecilia, comprueba frustrado que ya no vive allí; y poco después recibe una llamada telefónica de Vincenzo, que le hace saber que sólo volverá a ver a la chica si paga dos millones de liras. Para conseguir ese dinero, el ingenuo, idealista y romántico Michele se verá obligado a colaborar con su hermano el sicario.

La organización para la que “trabaja” Mario le informa de que hay que mandarle inmediatamente un “aviso” al procurador, eliminando a uno de sus más cercanos colaboradores. Mario ofrece a su hermano la oportunidad de ejecutar el asesinato. Michele accede, no sin que le asalten grandes dudas y angustias. Cuando está por liquidar al agente Mancuso, Michele no tiene el coraje de apretar el gatillo, Mancuso se dispone a sacar su pistola para defenderse y Mario interviene raudamente disparando al agente para salvar a su hermano (y cumplir el encargo).

Michele fracasa estrepitosamente en su (involuntaria) función de aspirante a mafioso. Su hermano mayor y él se verán enzarzados en encarnizadas disputas, la gran diferencia entre los temperamentos de ambos saldrá a relucir. Michele sabe que Mario ha sido contratado para asesinar al procurador general, y desea impedir que el atentado sea cometido, pero al mismo tiempo quiere evitarle problemas a su hermano (ya sean con la justicia o con la organización). El joven decide llamar anónimanente (y desde una cabina) a la policía para informar de que un atentado contra el procurador está por cometerse. Poco después le comunica a Mario lo que acaba de hacer, pero (para gran sorpresa suya) éste ya lo sabe, pues dentro de la policía la organización cuenta con informadores infiltrados.

El procurador se encuentra custodiado a todas horas por gran número de escoltas armados hasta los dientes, y sólo se mueve por Palermo en medio de un complejo dispositivo de seguridad; no obstante Mario y los suyos han trazado un eficaz y espectacular plan para deshacerse de él, y finalmente lo logran disparando al coche del procurador con bazookas y perpetrando una masacre. El estupefacto Michele es casualmente testigo presencial de la carnicería provocada por la explosión, y reconoce a su hermano a bordo de un camión que se aleja velozmente del lugar.

Más tarde Mario se desplaza con otro coche para entorpecer las pesquisas policiales. Con él se encuentran sus cómplices Ognibene (el intermediario que le encargó el golpe) y Nicola (el sicario que mató al vendedor del mercado, patrón de Michele). Ambos han descubierto que el delator que llamó a la policía para avisar sobre el atentado que estaba por cometerse era el hermano de Mario, y se lo hacen saber a éste. También se percibe sutilmente que Ognibene y Nicola tienen la intención de matar a Michele por chivato (aunque en la llamada no acusaba a nadie). Mario reacciona rápidamente, aparca el coche tras unos arbustos y para salvar a su hermano se ve obligado a asesinar a Nicola y al intermediario Ognibene. Entierra al primero y deja el cadáver del segundo en el coche para dar la impresión de que Nicola disparó a Ognibene y escapó.

Poco después Mario se encuentra con su hermano pequeño y le entrega el dinero para rescatar a Cecilia. Michele reacciona con furia cuando descubre que Mario sabía todo este tiempo donde se encontraba la chica, le dice que “le ha perdido el respeto”, que “no quiere su sucio dinero”. Mario se retira dejándole también el cassette grabado de su llamada a la policía, la prueba que ha podido rescatar de Ognibene y Nicola, la prueba que le incriminaba como delator.

Michele acude a la casa donde se encuentra Cecilia y la libera de su tiránica madre. Mientras tanto, Mario se dirige al aeropuerto para volver a Nueva York, acompañado por Masseria, el jefe de la Mafia palermitana, quien ahora se encuentra más seguro en su posición tras la eliminación del procurador. Pero, aunque la operación ha sido conducida con éxito, Mario se siente inquieto; pues Ognibene era uno de los más próximos colaboradores del boss Masseria, y teme que las sospechas tarde o temprano recaigan sobre él.

Una vez en su pizzería de Brooklyn, Mario sigue preocupado y llama a Palermo para hablar con su hermano, con quien desea reconciliarse. Michele se alegra de oír su voz, pero antes de que puedan cruzar la segunda frase, le asalta la consternación al escuchar al otro lado de la línea una ráfaga de disparos y luego silencio. Michele ha sido acribillado a balazos por dos individuos que habían previamente entrado en el local sentándose tranquilamente para consumir algo a la espera de que los otros clientes se marchasen.

Comentario

Muy buen polizziesco ochentero con logrados toques dramáticos. La trama mantiene en vilo al espectador en todo momento; el conflicto entre los hermanos (que se quieren pese a ser incompatibles), el idilio entre el inocente Michele y la atormentada adolescente Cecilia, las intrigas en el seno de la Mafia y el retrato del Palermo de aquellos años consiguen crear un interés creciente no sólo para los seguidores habituales del género, sino también para un público más vasto. El en Italia bastante conocido actor Michele Placido, que interpreta a Mario, dirigió más de 20 años después la también muy interesante “Romanzo Criminale” (2008). Por su parte el joven Mark Chase (que da vida a Michele) tiene curiosamente un notable parecido físico con José Luis Manzano, el protagonista de „El Pico“ y otros productos del cine quinqui de Eloy de la Iglesia.

No obstante, la historia de “Pizza Connection” filmada por Damiano Damiani no tiene nada que ver con la auténtica Pizza Connection (sucesora mediática de la “French Connection”) que existió en los años setenta y fue desbaratada poco antes del estreno de esta película; la red de contrabando de droga que funcionaba importando a Sicilia opio procedente de Turquía para procesarlo en laboratorios de la isla italiana, transformándolo en heroína que a su vez era exportada a los EEUU y distribuída desde pizzerías neoyorkinas que hacían las veces de tapaderas.

Aunque no está basada en la historia real, la película merece ser vista.