Los ángeles de oro – Jürgen Roland, 1973

Los ángeles de oro (V.O. Zinksärge für die Goldjungen, a.k.a. The Battle of the Godfathers)

Alemania, 1973

Director: Jürgen Roland

Guión: Werner Jörg Lüddecke

Intérpretes:
Herbert Fleischmann (Otto Westermann), Henry Silva (Luca Messina), Horst Janson (Erik Westermann), Patricia Gori (Sylvia)

Argumento

El gangster italoamericano Luca Messina (Henry Silva) llega en barco a Hamburgo, procedente de los EEUU, acompañado por su anciana madre siciliana, su adolescente hija Silvia, y varios de sus guardaespaldas y subalternos, entre ellos un boxeador negro llamado Tiger. Su intención es hacerse con el control de los negocios ilícitos en la ciudad alemana, y desplazar al jefe del hampa nativo, Otto Westermann, como rey del crimen organizado hamburgués. Westermann y su grupo manejan los asuntos delictivos desde su “Club de Bolos el Caniche Negro”. Poco después de la llegada de Messina, los hombres de Westermann comienzan a ser intimidados para que paguen una cuota de “protección” al “nuevo jefe”. El alemán no está dispuesto a consentir semejante ultraje, y una escalada de violencia entre la banda local y la recién llegada se disparará.

Westermann tiene dos hijos: Uno de ellos es boxeador, y en un combate pugilístico vence a Tiger, el negro de Messina. En esa ocasión, Silvia, la hija de Luca, conoce al otro hijo de Westermann, Erik, mientras éste anima a su hermano en el cuadrilátero. Erik y Silvia rápidamente se enamoran y el jóven alemán no tarda ni diez minutos en lograr llevársela a la cama. De ese modo se inicia entre los dos una especie de romance de características “romeoyjulietescas”, a espaldas de sus respectivos (y enfrentados) progenitores.

Para darle un escarmiento a su rival, Messina ordena el secuestro de su hijo boxeador (de saber que el otro cortejaba a su hija, probablemente hubiera preferido raptar a ese), al que un bandido disfrazado de policía motorizado atrae con un pretexto falso a un abandonado desguazadero o cementerio de coches. Allí intentan matarlo a tiros, pero el jóven logra eludir las balas. Entonces se enfrenta a dos asiáticos expertos en artes marciales… Tras un combate encarnizado, el boxeador es desnucado y muere.

Mientras tanto, en la residencia de Messina, la madre de éste se está sintiendo mal. En ese preciso instante, reciben la visita de Westermann en persona y dos de sus hombres, quienes tratan de lograr que el italiano y su banda abandonen la ciudad. Ante el malestar de la madre, Westermann extrañamente se compadece, y a instancias de Luca consiente en que hagan venir a un médico. Tras la visita de la doctora, la señora se siente mejor, recuperada de su ataque cardiaco, y Westermann y los suyos también se retiran, recordándole a Messina la “recomendación” de abandonar la ciudad cuanto antes. Luca responde que “lo pensará”. Tras ello, llama a sus hombres al desguazadero con las instrucciones de liberar al hijo de Westermann… pero ya es demasiado tarde.

Cuando Westermann descubre que su hijo ha muerto a manos de los matones de Messina, decide que va a vengarse: “ojo por ojo y diente por diente”, y que como Messina le ha quitado a su hijo, él eliminará a su hija… Pero todavía no sabe que su otro hijo, Erik, está enamorado de la joven.

Comentario

Curiosa, pintoresca y desenfadada co-producción italo-germana, con el gran Henry Silva en el papel protagonista. Como siempre, el hierático intérprete de “Milano calibro 9” destaca por su gélida mirada y sus frases lapidarias. (Cuando Messina/Silva descubre a su traicionera amante robándole dinero de la caja fuerte, “con las manos en la masa”, y urdiendo un intento de fuga con su brazo derecho Sergio, Messina mata a éste a tiros sin pestañear, y vuelve a meter con gran serenidad los fajos de billetes en la caja… La amante le pregunta “No estás enfadado?”, a lo que él repone: “Ya sabes que sólo me enfado por cosas importantes… tú no eres importante” y le sacude un guantazo a la infiel ramera…)

Resulta poco común ver “gangsters alemanes”, que a imagen y semejanza de los mafiosos italoamericanos u otros exponentes del crimen organizado llevan sus negocios desde sus clubs sociales o sus fastuosas villas.

“Ataúdes de zinc para los chicos de oro” (tal es el título literal de la película en alemán) puede considerarse una especie de kraut-polizziotesco. No es precisamente una obra maestra, pero resulta recomendable para pasar un rato ameno; muy divertida.

Los que no perdonan – Andrea Bianchi, 1974

Los que no perdonan (V.O. Quelli che contano)

Italia, 1974

Director: Andrea Bianchi

Género: Thriller, polizziesco, acción

Guión: Piero Regnoli

Intérpretes: Henry Silva (Tony Aniante), Barbara Bouchet (Margie), Fausto Tozzi (Don Ricuzzo), Vittorio Sanipoli (Don Cascemi)

Argumento

Tony Aniante (Henry Silva) es un asesino a sueldo recién retornado a Sicilia procedente de los EEUU. Ha sido contratado por Don Cascemi, uno de los jefes locales de la Mafia, para sembrar la cizaña entre dos familias rivales; de forma que éstas procedan a decimarse entre ellas dejando así vía libre al grupo de Cascemi, quien pretende encaramarse a la cúspide del poder una vez que sus adversarios estén debilitados. Con su peligroso juego a dos bandas (nunca major dicho), Tony busca que la discordia estalle entre los Cantimo y los Scannapieco, que se disputan un lucrativo negocio de tráfico de heroína.

Ricuzzo Scannapieco, el jefe de una de las dos familias, está casado con Margie (Barbara Bouchet) una ex-prostituta norteamericana con gran afición a la bebida, que no deja de insinuarse constantemente ante Tony. Éste la rechaza, pues quiere evitar problemas, pero ella insiste (en varias ocasiones), hasta que el gélido y pétreo sicario en la primera ocasión la posee con contundencia en la cocina y en la segunda no tiene más remedio que pegarle una paliza en el pajar (“cinturonazos” incluídos) para que lo deje tranquilo.

Tony logra el objetivo de Don Cascemi: Los Scannapieco y los Cantimo se matan entre sí; a base de emboscadas, asaltos y recíprocos atentados. El líder de los Cantimo es herido mortalmente en un tiroteo cuando una noche están recogiendo en la playa un alijo que acaba de llegar a la costa.

Existe también en segundo plano una historia de amor “romeojulietesca” entre dos adolescentes de las familias rivales. Tony intenta ayudarles a escapar de ese ambiente de violencia, pero poco antes de lograrlo hacen irrupción los hombres de Scannapieco (que han recibido la órden de liquidar a Tony por haber golpeado a Margie), armados de escopetas, logran reducir a Tony y le someten a una brutal paliza, tras lo cual dándolo por muerto lo arrojan barranco abajo.

Pero Tony consigue reponerse, recibe un arma del nieto paralítico del difunto Don Cantimo y acude a la masía de Ricuzzo Scannapieco para vengarse. Margie, la mujer de éste, se ha suicidado tras ingerir masivamente barbitúricos. Tony llega sólo y es recibido por Scannapieco y una decena de sus hombres, todos armados. En el momento menos pensado, hombres que estaban parapetados tras los muros del caserío emergen con sus escopetas y fusilan a Scannapieco y sus esbirros. Tony ha logrado desintegrar esa banda rival.

Tras el cumplimiento de su misión se reencuentra con el jefe Don Cascemi, que en la parte trasera de su vehículo le felicita por haber cumplido el objetivo y se dispone a agradecerle su colaboración… pagándole con plomo. Le apunta con su pistola, aprieta el gatillo… pero no pasa nada. Tony ya contaba con esa traición y se había encargado de sacar las balas. Además, se descubre que el motivo principal por el cual había regresado a Sicilia no era cumplir ese encargo como sembrador de cizaña, sino algo más personal… vengarse del asesino de su madre, que resultaba ser el mismo Don Cascemi. Por si eso fuera poco, la eliminación de Don Cascemi ya había sido decidida por la Comisión de la Mafia (“aquellos que cuentan”, de ahí el título de la película); pues Cascemi se dedicaba al tráfico de heroína usando para ello métodos demasiado desaprensivos y grotescos (escondiendo la droga en el interior de los cadáveres de niños pequeños).

Finalmente Don Cascemi es acribillado por sus propios guardaespaldas y Tony se hace con el poder en el seno de la Mafia.

Comentario

Violento e impactante polizziesco lleno de trepidante acción y memorables escenas. Su protagonista Henry Silva (estadounidense de orígen puertorriqueño) figuró en numerosos films del género, siendo el más digno de mención el excelente “Milano Calibro 9” (1972) de Fernando Di Leo, que también cuenta con la participación de la atractiva Barbara Bouchet. El director Andrea Bianchi es el realizador de la involuntariamente hilarante “Le Notti del Terrore” (1981) (a.k.a. “Burial Ground”) un despropósito de zombies que resulta sumamente entretenido.

Es bastante obvio que “Quelli che contano” tiene marcadas reminiscencias estilísticas de italo-western; de hecho es básicamente un italo-western en contexto mafioso y ambientado en la Sicilia del siglo XX. También el detalle de la melodía que silba misteriosamente el protagonista antes de cada intervención recuerda a obras de Sergio Leone, véase Charles Bronson y su armónica en “C´era una volta il West” (1968) (a.k.a. “Hasta que llegó su hora”). Asimismo la trama del solitario forajido/sicario entre las dos bandas/clanes recuerda a “Por un puñado de dólares” (1964) (que a su vez está basado en el chambara “Yojimbo” – 1961 – del japonés Kurosawa), y el detalle final de la venganza familiar también una vez más nos retrotrae a “Hasta que llegó su hora”. Pero Andrea Bianchi no es Sergio Leone, pese a sus buenas intenciones, y tampoco el encargado de la banda sonora del film que nos ocupa era precisamente el gran Morricone… Sin embargo “Quelli che contano” (“Aquellos que cuentan”) es una película muy interesante, que si bien no llega al nivel de la genial “Milano Calibro 9” es no obstante sumamente disfrutable.

Por cierto, el personaje de Barbara Bouchet, la etílica ninfómana esposa de uno de los jefes mafiosos, recuerda a la Ginger (esposa de “Ace Rothstein”/Robert DeNiro) que 21 años más tarde interpretaría Sharon Stone en “Casino” (1995) de Martin Scorsese.