
Rebecca
EEUU, 1940
Director: Alfred Hitchcock
Guión: Robert E. Sherwood y Joan Harrison, basándose en novela de Daphne du Maurier.
Género: Drama, suspense
Música: Franz Waxman.
Montaje: Hal C. Kern.
Producción: David O. Selznick.
Intérpretes principales:
Laurence Olivier (Maxim de Winter)
Joan Fontaine (La segunda señora de Winter).
Judith Anderson (Sra. Danvers).
George Sanders (Jack Favell).
Gladys Cooper (Beatrice Lacy).
Nigel Bruce (Giles Lacy).
Reginald Denny (Frank Crawley).
Florence Bates (Mrs. Van Hopper).
C. Aubrey Smith (Coronel Julyan)
Leonard Carey (Ben).
Argumento
Una joven y atractiva huérfana trabaja como dama de compañía de una señorona de la alta sociedad. Asistiendo a ésta en Montecarlo conoce al acaudalado Maxim de Winter, un galán de aire misterioso.
El melancólico y apuesto millonario toma ahora a la chica bajo su protección, liberándola de la pesada (en todos los sentidos) señora van Hopper. La jovencita y el caballero se enamoran, y muy rápidamente se casan, allí mismo en la costa francesa durante las vacaciones.
Cuando regresan a Inglaterra, la muchacha, que es de orígenes más humildes, está anonadada al llegar a Manderlay, la propiedad de su marido: Un gigantesco castillo provisto de un ejército de mayordomos y criadas. La tímida joven, convertida de repente en señora de Winter, despertará las antipatías del ama de llaves, la señora Danvers. El castillo, que es tan gigantesco que resulta fácil perderse, esconde muchos enigmas. Y también Maxim, su propietario, oculta un oscuro pasado.
Pues la dulce e inocente muchacha con la que se acaba de casar no es su primera esposa. Maxim de Winter sigue atormentado por el recuerdo de su anterior matrimonio con la fallecida Rebecca…

Comentario
Esta propuesta del maestro Hitchcock, su debut en EEUU, combina muy acertadamente el suspense característico de su filmografía con un enrevesado romance digno de telenovela. Todo ello en el marco de un turbio drama de ultratumba. Los fantasmas del pasado acosan al aristocrático Maxim de Winter, y también a su nueva y angelical mujercita. Una de las particularidades de la película es que la protagonista, encarnada por Joan Fontaine, no tiene nombre. En ningún momento nos dicen cómo se llama la chica, que asume en la historia un rol bastante similar al de la Cenicienta. Si embargo el nombre de su predecesora e invisible antagonista Rebecca, se menciona en incontables ocasiones y su figura es tan omnipresente que hasta le da título a la película.

La joven de aire desvalido, abrumada ante su repentina posición de nueva “Sra. de Winter”, se siente como una segundona, y es empujada a estar celosa de una muerta. La difunta despierta en la retraída muchacha los deseos de competir con ella, para que los demás (sobre todo Maxim) olviden de una vez a Rebecca. Pero aunque Rebecca ya no está físicamente, al mismo tiempo está más presente que nunca. Su recuerdo acecha a todos los que la conocieron; desde su marido hasta el estrafalario Ben, el viejo que merodea por la casa abandonada de la playa (donde Rebecca solía citarse con su primo y amante)… También el ama de llaves, la Danvers, no puede olvidar a su idolatrada señora; por la que demuestra una exacerbada devoción, haciendo gala de un culto fetichista hacia ella (no exento de un cierto subtexto lésbico).
Poco a poco irán desvelándose detalles sobre la muerte de Rebecca – que se ahogó en un supuesto accidente acuático. Lo que comienza como un liviano romance con pinceladas cómicas irá tomando la forma de un thriller detectivesco de aura sobrenatural.
En varias escenas hay despliegue de simbología oculta: Llaman por ejemplo la atención los adornos con forma de obeliscos en las escaleras. También es curioso el detalle de la habitación de la difunta Rebecca, cerrada desde su muerte: En la primera ocasión que se tematiza esa estancia (mencionada por el ama de llaves) vemos ante la cerrada puerta un perro negro – que despierta una asociación con Anubis, el canino dios egipcio de los muertos, o con el cancerbero, que custodia las puertas del Hades. También hay un personaje secundario, amigo de Maxim, apellidado Crawley (una variante de Crowley, el apellido del famoso ocultista). Frank Crawley es aquí una especie de agente inmobiliario que administra los terrenos de Manderley incluído el castillo, y Aleister Crowley (que por cierto, aún vivía cuando se estrenó la película) era un gran aficionado a los castillos y mansiones como los que vemos en el film (compró el de Boleskine en Escocia, junto al lago Ness).
Desde la llegada al castillo, la película se impregna de una atmósfera gótica y onírica. Distintas líneas de tiempo parecen entremezclarse, mediante la energía de los recuerdos y la influencia de los desencarnados.
La trama está basada en la novela homónima de Daphne Du Maurier, autora del género policíaco y de misterio que, entre otras muchas obras escribió “Los Pájaros” – llevada a la gran pantalla, también por Hitchcock, un par de décadas después.
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