Nosferatu – Friedrich Wilhelm Murnau, 1922

Nosferatu, una sinfonía del horror (V.O. “Nosferatu, eine Symphonie des Grauens”)

Alemania, 1922

Director: Friedrich Wilhelm Murnau

Guión: Henrik Galeen

Intérpretes: Max Schreck, Gustav von Wangenheim, Greta Schröder, Alexander Granach

Género: Terror

Argumento

1838. El joven Hutter, felizmente casado con Ellen, trabaja para una agencia inmobiliaria en la localidad alemana de Wisborg. Knock, el propietario de esa agencia, recibe una carta procedente de Transilvania. El conde Orlok le comunica (a base de extraños jeroglíflicos) que desea comprar una propiedad en Wisborg. Knock es un individuo un tanto siniestro, que parece versado en las artes ocultas. Encarga a su empleado Hutter que vaya a encontrarse con el conde a Transilvania para que éste firme el contrato. Mientras tanto, Ellen vivirá con Harding y su hermana, amigos del matrimonio.

Una vez en los Cárpatos, los lugareños reaccionan aterrorizados cuando en una posada Hutter menciona despreocupadamente que se dirige al castillo de Orlok. En su habitación de esa pensión, el empleado inmobiliario encuentra un librito sobre vampiros, específicamente sobre el “Nosferatu”, que según las creencias del lugar es “el hijo de Belial”. Hutter se burla de esas leyendas, creyendo que no son más que absurdas supersticiones…

Spoiler

Al día siguiente llega al castillo del conde, con algo de retraso, pues los que conducían el coche de caballos se negaron a continuar a partir de cierto lugar por miedo a Orlok. Hutter sigue a pie, llegando en torno a la medianoche.

Una vez allí, el joven irá descubriendo con desasosiego que tal vez había un fondo de verdad en el pánico y la aversión que los moradores de la comarca sentían hacia el conde.

Y se convencerá de ello cuando Orlok se embarque rumbo a occidente, convirtiéndose en una amenaza para su pueblo en general y para su esposa Ellen en particular…

Comentario

Estamos ante la primera versión fílmica de la archiconocida historia de Drácula, escrita por Bram Stoker. Aunque el director Murnau cambió los nombres de los personajes, la trama viene a ser prácticamente la misma. Por ello, Murnau y los productores de éste largometraje expresionista tendrían serios problemas legales concernientes a los derechos de autor. La viuda del escritor irlandés los denunció por plagio y explotación de ideas ajenas, llegando incluso a reclamar que fueran destruídas todas las copias del film. Afortunadamente ésto no sucedió. Así podemos hoy disfrutar, más de 100 años después, de una de las obras cinematográficas más emblemáticas del cine mudo y del cine de terror en general.

El paso de Nosferatu desde su castillo en los Cárpatos hasta llegar a Wisborg deja una estela de muerte que es catalogada como epidemia. Una misteriosa enfermedad, que parece ser sumamente contagiosa, afecta a los marineros y a cualquiera que se acerque demasiado a esas cajas que transporta el barco “Empusa” (Por cierto, ese nombre hace referencia a una criatura vampírica-sucúbica de la mitología griega). Esas cajas son féretros que contienen al muerto viviente, la tierra en la que fue enterrado, y a sus escoltas: Una legión de ratas (símbolo del contagio de la peste).

Además de ratas, también tienen un cierto protagonismo los mosquitos (que pican a Hutter mientras escribe la carta a su mujer) y que más que probablemente son una metamorfosis del propio vampiro (que no sólo es capaz de convertirse en murciélago).

Esta pandemia procedente del este y ocasionada por el “murciélago” (el vampiro) tiene su origen en un parasitario aristócrata, llamado conde Orlok; quien se establece en Europa occidental pues ya no está satisfecho con ser un chupasangres sólo en Transilvania. Pero los occidentales, muy racionalistas ellos, no creen en cuentos de viejas ni en leyendas absurdas de pueblerinos (hoy se las llamaría “teorías de la conspiración”). Sólo los siervos del vampiro, como Knock (quien termina enloqueciendo), saben quién es ese funesto conde en realidad y a qué dedica el tiempo libre. Knock se convertirá en un chivo expiatorio para los iracundos alemanes de Wisborg, quienes terminarán tomándose en serio la pandemia aunque no tengan muy claro sus orígenes reales. Cuando la cosa se pone seria y la plaga se extiende, un pregonero del municipio irá anunciando por las calles que se ha decretado un confinamiento para la población, y que todos deben mantener la cuarentena en sus casas.

Para derrotar al vampiro (capaz, por cierto, de ejercer el control mental a distancia) es necesario el sacrificio de una “doncella pura”. Y lo único que puede neutralizar al siniestro engendro es la luz del Sol (pues cuando la mentira, la maldad y la falsedad quedan expuestas a la Luz, a la Verdad; esa mentira pierde todo su poder, se destruye por sí misma y queda reducida a cenizas).

De manera un tanto anecdótica interviene el profesor Bulwer, un estudioso de Paracelso. Bulwer es un científico experto en temas espirituales y metafísicos (hoy lo consideraríamos un exponente de la medicina holística). El nombre de Bulwer es probablemente una referencia al escritor ocultista inglés Edward Bulwer-Lytton, autor entre otros libros de “La raza futura” o “Zanoni”.

Tanto el guionista Henrik Galeen como el productor Albin Grau (quien era miembro de la Fraternitas Saturni), tenían contacto con la “O.T.O.” (“Ordo Templi Orientis”), sociedad secreta de Aleister Crowley.

Galeen dirigiría más adelante la muy recomendable La mandrágora (1928) donde se tematiza la creación de vida artificial. Grau era el co-fundador del estudio cinematográfico Prana-Film, así llamado en honor al concepto oriental (hindú-budista) del prana (energía vital, esa de la que parasitariamente se nutren los vampiros). Prana-Film tenía como logotipo el Yin y el Yang, símbolo de la polaridad y el eterno fluir. La empresa se declaró en quiebra para evitar las demandas de la viuda de Stoker, por lo que ésta “Nosferatu” fue su única película.

El impresionante y pavoroso aspecto de Nosferatu ha pasado merecidamente a la historia del cine: Largo y escuálido, macilento, calvo, con espesas cejas, nariz aguileña y orejas puntiagudas, así como con enormes uñas que más bien parecen garras. El actor Max Schreck caracterizó de ese modo al personaje (Por cierto, “Schreck” significa “susto” en alemán).

Wisborg, la localidad costera del norte de Alemania donde está ambientada la mayor parte de la película, es un lugar ficticio.

Más adelante, con las películas de las siguientes décadas, se impondría la estética de Bela Lugosi o Christopher Lee, quienes encarnaron a un vampiro también siniestro pero más humano (e incluso apuesto), legándonos el aspecto clásico de Drácula por todos conocido.

Entre los crípticos jeroglíficos de la carta del conde también hay una svástika, además de los símbolos planetarios. Se supone que está escrito en enoquiano, un idioma místico creado por el ocultista John Dee, quien decía comunicarse de ese modo con entidades de otros planos.

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