
Los siete samurais
Japón, 1954
Director: Akira Kurosawa
Guionistas: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto, Hideo Oguni
Género: Chambara
Compositor de la banda sonora: Fumio Hayasaka
Montaje: Akira Kurosawa
Producción: Toho
Intérpretes principales:
Toshirō Mifune (Kikuchiyo)
Takashi Shimura (Kambei Shimada)
Yoshio Inaba (Shichiroji)
Seiji Miyaguchi (Kyuzo)
Minoru Chiaki (Heihachi)
Daisuke Katō (Shimada)
Kamatari Fujiwara (Manzo)
Keiko Tsushima (Shino)
Yoshio Tsuchiya (Bandido)
Kokuten Kōdō (Anciano del pueblo)
Argumento
Feroces bandidos aterrorizan amplias zonas rurales en el Japón feudal del siglo XVI. Roban sus cosechas a los humildes campesinos, quienes azotados por la miseria están al borde de la desesperación. Ya no tienen arroz y una hambruna se cierne amenazadoramente sobre ellos. Las autoridades estatales no hacen nada para protegerlos. Se sienten desvalidos y abandonados. Unos hablan incluso de suicidarse. Sólo unos pocos parecen tener la resolución y las agallas para enfrentarse a los forajidos que asolan la comarca. La inmensa masa de los lugareños muestra un carácter pusilánime y resignado. Todos lloriquean y se lamentan, pero no están dispuestos a luchar contra el enemigo. Prefieren quitarse la vida ellos mismos antes que morir en combate…
Finalmente, los pueblerinos deciden pedir consejo al anciano patriarca, un viejo molinero llamado Gisaku. Éste decide que la única solución consiste en luchar contra los bandidos. Pero como ellos por sí mismos son incapaces, al carecer de cualquier experiencia con las armas, deberán contratar a samurais. Éstos tendrán que ser reclutados de entre los samurais más pobres: Los errantes ronin, caballeros andantes desempleados sin un señor al que servir. La tarea de conseguir la colaboración de guerreros experimentados será harto difícil, pues los paupérrimos aldeanos no tienen con qué pagarles, y sólo pueden apelar a su buena voluntad y a su compasión. Lo único que pueden ofrecerles es el poco arroz que les queda.
Emisarios del poblado parten a lugares vecinos para que corra la voz de que buscan protectores. En otro pueblo se encuentran con que un bandido ha tomado como rehén a un bebé, atrincherándose con él en una casita de paja. Los campesinos, alrededor de 20, no se atreven a intervenir. Pero un veterano samurai que pasaba por allí decide rescatar al pequeño. Para ello se hace rapar la cabeza con la intención de parecer un sacerdote. Se acerca a la choza donde se esconde el bandido portando dos bolas de arroz, y cuando el criminal se dispone a tomarlas, actúa velozmente liquidándolo y salvando así a la criatura.
El samurai, llamado Kambei, es vitoreado como un héroe y varios jóvenes que presenciaron su gesta solicitan unírsele. Entre ellos el joven Katsushiro, quien insiste en convertirse en su discípulo. También un pintoresco individuo que porta siempre una gigantesca espada apoyada en el hombro empieza a seguirlo.
Cuando Kambei se entera de que en el poblado campesino cercano necesitan ayuda contra unos bandidos, toma la resolución de crear una pequeña tropa de samurais empobrecidos y acudir al rescate. Para seleccionar a los mejores ronin, Kambei le dice a Katsushiro que se oculte junto a la puerta con un palo y que golpee al candidato cuando vaya a entrar. Sólo si el aspirante logra esquivar velozmente el ataque será un guerrero digno para la misión. Así comienza a tomar forma un pequeño grupo de samurais: Shichiroji, viejo amigo de Kambei a quien se encuentra casualmente; Heihachi, experto cortando leña con el hacha; Gorobei, gran arquero y estratega; Kyuzo, quien inicialmente rechaza la oferta de unirse al grupo pero que cambia de opinión. Kyuzo es un ronin duro y de mirada sombría, taciturno y gran luchador. Ya son cinco contando con Kambei. Éste finalmente accede a tomar a Katsushiro bajo su protección. Pese a su inexperiencia y juventud es aceptado en el grupo. Una noche aparece otro candidato, completamente borracho: Es el histriónico ronin de la espada gigantesca al hombro, que también había presenciado el rescate del bebé por parte del “monje” Kambei. El alcoholizado personaje, excitado por el exceso de sake, afirma que él también es de linaje samurai y quiere formar parte del equipo. Tiene incluso un pergamino con un árbol genealógico para acreditar su ascendencia. Pero Kambei y los de demás se echan a reir cuando ven que el Kikuchiyo del que se habla en ese documento debería tener 13 años “Pareces muy mayor para tu edad” comenta jocosamente Kambei. Kikuchiyo se indigna cuando su artimaña es descubierta. Pero a la mañana siguiente, aún así, continúa siguiendo al grupo – pues él quiere ser el séptimo samurai.
Entretanto, en el pueblo, los campesinos no se sienten más seguros ante la noticia de que los samurais se aproximan. Muchos de ellos no sólo temen a los bandidos, sino incluso a aquellos que deberán protegerles contra ellos. La irracional cobardía de los aldeanos está encarnada en el personaje de Manzo, quien obliga a su bella hija Shino a que se corte el pelo – para que parezca un muchacho, pues teme que los samurais podrían violarla.
Cuando los siete ronin llegan al pueblo se sorprenden al encontrar sus calles desiertas. Los pueblerinos, en lugar de salir a darles la bienvenida se esconden de ellos en sus casas. Kambei y sus hombres, extrañados ante ese comportamiento, van a ver al viejo Gisaku. Éste les dice que no se ofendan, pues los campesinos, de naturaleza excesivamente apacible y retraída, tienen miedo de todo. En ese momento suena la alarma: Los bandidos se acercan! El pánico se extiende en la aldea, todos los lugareños salen de sus casas y corren frenéticamente por las calles… Pero todo no era más que una broma de Kikuchiyo: Él había dado la alarma, consiguiendo así lo que se proponía: Que los campesinos salieran de sus casas. Los demás samurais reaccionan con hilaridad ante la ingeniosa ocurrencia, que servía también para desenmascarar la atávica cobardía de los pueblerinos.
Ahora los samurais empiezan a diseñar un plan para la defensa del pueblo. Los bandidos pueden atacar en cualquier momento y hay que estar preparados…

Comentario
El maestro Akira Kurosawa renovaba con éste maravilloso largometraje el género clásicamente nipón de las chanbara o jidaigeki, sentando así los precedentes y las bases para las películas de samurais que irían apareciendo en los años sucesivos. Los films de Kurosawa son los más conocidos de su temática en occidente, pero en las siguientes décadas vendrían más obras maestras del chanbara (si bien con un estilo bastante distinto) a cargo de otros directores como Kenji Misumi (saga de Zatoichi, hexalogía del Lobo Solitario, Hanzo el navaja…) o Hideo Gosha (“Sanbiki no samurai”, 1964 o “Hitokiri”, 1969).
“Los siete samurais” es un clásico de la historia del cine en general, y no sólo del Japón. La película, pese a su larga duración de más de tres horas y a haber sido filmada hace más de seis décadas, no se hace cargante en ningún momento y resulta fresca y entretenida; sobre todo gracias al variopinto elenco de personajes – cada uno con una personalidad bien marcada, de forma que siempre es fácil identificarse y sentir gran empatía con al menos uno de ellos.
Sin duda el más memorable de los siete es el bufón Kikuchiyo (aunque con seguridad ese no fuera su nombre real, sino sólo el que aparecía en el pergamino genealógico). El inolvidable y excéntrico ronin, cuyo origen campesino se va revelando durante el metraje, fue interpretado por Toshiro Mifune, y éste sería el papel que le catapultaría al estrellato. Kurosawa autorizó a Mifune para que diera forma él mismo a su personaje, improvisando durante el rodaje. Más adelante el talentoso actor seguiría colaborando con Kurosawa (como en “Yojimbo”, 1961). En el grupo de valerosos samurais también destacan el joven y soñador Katsushiro, quien se enamorará de la atractiva campesina Shino (pese al corte de pelo que su padre le impuso), o el gélido artista marcial Kyuzo – quien sin duda es el prototipo de ronin solitario que más adelante proliferaría en el género jidaigeki, siendo pues un antecedente del Lobo Solitario Ogami Itto, por ejemplo. El benigno líder Kambei es un sensei modélico, que siempre tiene sabios consejos que dar a sus camaradas: „Es más difícil la defensa que el ataque”, o “En una batalla nunca deben tomarse decisiones individuales”. Bajo el arbitrio de Kambei se combina el arte de la guerra de Sun Tzu con los nobles principios del Bushido.
También el apocamiento servil y cobarde de los campesinos está magistralmente retratado, y ello se convertiría en un tema recurrente de éste tipo de cine (como en „Zatoichi umi o wataru“/“El peregrinaje de Zatoichi”, 1966, de Kazuo Ikehiro; o en la ya mencionada “Sanbiki no samurai”/“Tres samurais fuera de la ley“, 1964, de Hideo Gosha).
La película también ha influenciado enormemente a los cineastas occidentales: “Los siete magníficos” (John Sturges, 1960) es un remake en clave western de “Los siete samurais”. John Milius ha declarado que la escena de la batalla final en los túmulos de “Conan el Bárbaro” (1982) está inspirada en los combates coreografiados de la obra maestra de Kurosawa.
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