Cabiria – Giovanni Pastrone, 1914

Cabiria

Italia, 1914

Director: Giovanni Pastrone

Guión: Giovanni Pastrone

Intérpretes: Lidia Quaranta, Umberto Mozzato, Bartolomeo Pagano

Argumento

En los alrededores del Etna tiene su residencia el aristócrata Batto. El volcán siciliano entra en erupción. De poco sirven las plegarias que Batto, su familia y empleados realizan para aplacar la ira de los dioses.

Sin embargo varios sirvientes encuentran un pasadizo subterráneo secreto y logran escapar. Entre ellos se encuentra la niñera Croesa, quien se lleva consigo a la pequeña Cabiria, hija de Batto. Los sirvientes descubren en el subsuelo los tesoros que el aristócrata había acumulado, y aprovechan para saquearlo.

Al día siguiente, Batto y su mujer lloran desconsolados creyendo que su hija ha perecido bajo los escombros. Mas Cabiria se encuentra a salvo, gracias a Croesa. Ambas, junto a los demás criados, llegan a la costa y están a punto de embarcarse en una nave que allí se halla cuando aparecen unos piratas fenicios que las capturan.

Los piratas las llevan a Cartago, y allí las venden en el mercado de esclavos. Croesa y Cabiria son compradas por un maligno sacerdote de Moloch, quien quiere sacrificar a la pequeña.

En Cartago se encuentran en misión secreta el patricio Fulvius Axilla y su ayudante el forzudo Maciste. Ambos realizan en el estado norteafricano tareas de espionaje para Roma.

Croesa trata de impedir que Cabiria sea sacrificada, pero su estrategema no da resultado, y es azotada por sus captores. Tras ello recobra la libertad. La niñera se encuentra por casualidad con Fulvius y Maciste, a los que implora ayuda para evitar que Cabiria sea arrojada a las fauces del dios-demonio…

Sin embargo, Croesa y los dos romanos logran intervenir a tiempo. Salvan a Cabiria y huyen del templo de Moloch (“el voraz creador”, como lo llaman sus adeptos) perseguidos por los furibundos cartagineses. Fulvio, Maciste y la niña se esconden en una posada, dando esquinazo a los fanáticos.

Mientras, el general cartaginés Aníbal cruza las Alpes con sus soldados, montados en elefantes. El peligro se cierne sobre Roma. Un emisario acude a la posada para avisar a Fulvio sobre ello. El patricio decide regresar.

Al mismo tiempo, Sofonisma, la hija de Asdrúbal, ha sido prometida por su padre al rey numidio. Pero la princesa tiene un pretendiente entre los caballeros cartagineses…

Un chivato revela a los sacerdotes de templo de Moloch que los romanos se esconden en una posada. Fulvio se lanza al mar desde un acantilado y se embarca rumbo a Roma. Maciste, que lleva consigo a Cabiria, llega a los jardines de Asdrúbal. Allí se topa con Sofonisma y su prometido. El coloso es atrapado y lo encadenan a una rueda de molino.

Su patrón, mientras, llega a Roma para enfrentarse a Aníbal. Fulvio parte en una flota con destino a Siracusa, ciudad aliada de los cartagineses. Allí está el viejo sabio Arquímedes, quien idea un eficaz arma de guerra contra los barcos: La famosa lupa gigante. Así las naves romanas son pasto de las llamas.

El náfrago Fulvio llega hasta otra costa siciliana. Lleva el anillo que le diera Croessa, y por ello es reconocido por otros sirvientes de Batto. Fulvio recibe la hospitalidad de Batto y su esposa, quienes ya reconstruyeron sus dominios. Los padres de Cabiria se enteran así que la niña sobrevivió. Fulvio se ofrece a regresar a Cartago para encontrarla y devolvérsela a sus progenitores.

Al mismo tiempo, el general romano Escipión Africano también se dispone a repeler el avance de los cartagineses.

Una vez en Cartago, Fulvio localiza y libera a Maciste, quien seguía como esclavo haciendo girar la rueda de un molino. Han pasado diez años desde que se vieran por última vez. Nada sabe el hercúleo romano de lo que ocurrió con la niña Cabiria, quien ahora ya debe ser una mujer.

Y en la corte cartaginesa, Asdrúbal ha prometido a su hija Sofonisba con un caudillo guerrero numidio. El sumo sacerdote Karthalo se encapricha con la esclava favorita de la princesa, supuestamente llamada Elissa…

Sofonisba tiene un sueño en el que ve a una niña escapando de las fauces de Moloch. El dios-demonio está furioso por ello, lo que representa malos augurios para Cartago. Sofonisba hace llamar al sumo sacerdote para que interprete su pesadilla.

Tras una batalla, Fulvio y Maciste son capturados. Gracias a la prodigiosa fuerza del segundo, quien dobla los barrotes, logran escapar del calabozo. Maciste se dispone a ajustarle las cuentas al demoníaco sacerdote de Moloch, y al introducirse en sus aposentos descubre que Karthalo está maltratando a una joven que le resulta bastante familiar…

Comentario

Aunque éste colosal largometraje no es de los años ´20 sino incluso anterior, hemos creído oportuno incluirlo en nuestro espacio especial dedicado al cine de hace un siglo, pues se trata de una superproducción que nada tiene que envidiarle a los grandes clásicos mudos que serían filmados en la década siguiente, y que además sentaría las bases para un género cinematográfico que hemos tratado ampliamente y en numerosas ocasiones en este blog: El peplum.

“Cabiria”, filmada el mismo año que comenzó la Primera Guerra Mundial, es una historia escrita nada menos que por el gran dramaturgo y novelista Gabriele D´Annunzio. El tema central es el conflicto entre Roma y Cartago – dos cosmovisiones diametralmente opuestas. Se nos presenta aquí un conflicto esencial entre dos mundos; la telurocracia romana de tipo imperial (aunque aún era época de la República), y el mercantilismo talasocrático fenicio (los cartagineses estaban directamente emparentados con los fenicios).

Sobre Maciste, interpretado por Bartolomeo Pagano, se haría en lo sucesivo toda una serie de films. Y décadas más tarde, en los cincuenta, la figura de éste héroe reminiscente de Hércules se popularizaría con el género peplum.

Ésta fue la primera película en la que participó Bartolomeo Pagano, quien no era un actor profesional sino un estibador portuario de Génova. Su musculoso físico y su buena desenvoltura ante las cámaras le abrieron las puertas a una carrera cinematográfica como protagonista de la franquicia de Maciste a lo largo de los años 20.

En “Cabiria” trabajó el español Segundo de Chomón, uno de los pioneros del séptimo arte en nuestro país.

En ésta épica película se combinan el drama, la aventura y género histórico. Las guerras púnicas, acaecidas alrededor de dos siglos antes de Cristo, sirven de escenario a la trama. Antes de llegar a Italia, atravesando los Alpes con sus elefantes, Aníbal y los cartagineses estuvieron en Hispania, sometiendo a gran parte de los pueblos íberos y fundando ciudades como Cartagena en Murcia. Aníbal, Asdrúbal y la la élite cartaginesa formaba parte del clan Barca. Esa palabra, en lenguas semitas, está relacionada con la luz o lo luminoso. En árabe, la palabra „baraka“ hace alusión a una especie de suerte mágica o fortuna. Y se cree que etimológicamente el nombre de la ciudad de Barcelona deriva del aristocrático apellido cartaginés de los Barca. En el film también sale el general Escipión Africano, gran estratega de la Roma pre-imperial, quien arrebató Hispania a los cartagineses.

La reina Sofonisba conspira tratando de poner a líderes militares aliados de Roma en contra de ésta, para intentar que Cartago prevalezca. Las guerras púnicas sirven como escenario de la historia de Cabiria, quien en realidad no puede considerarse la protagonista.

Además del terrible Moloch, en el palacio de Cartago aparecen otros dioses del panteón fenicio-cartaginés, entre ellos unos enormes gatos, que recuerdan a la diosa gata egipcia Bastet. De hecho, en los decorados hay un estilo muy parecido entre las divinidades cartaginesas y las egipcias (las cuales estamos más habituados a ver).

También vemos en la película la legendaria artimaña de Arquímedes, quien en Siracusa empleó las gigantescas lupas para atraer los rayos del Sol y quemar así los barcos del enemigo.

El largometraje fue íntegramente filmado en los alrededores de Turín. Martin Scorsese considera que Giovanni Pastrone es el inventor del cine épico con ésta su “Cabiria” (1914), y que no se le ha tenido la consideración que por ello merece.

Metrópolis – Fritz Lang, 1927

Metrópolis

Alemania, 1927

Director: Fritz Lang

Guión: Thea von Harbou

Intérpretes: Alfred Abel, Brigitte Helm, Gustav Fröhlich, Rudolf Klein-Rogge

Argumento

En un contexto futurista no especificado, se levanta una colosal ciudad llamada Metrópolis. Impera un estricto sistema de castas. Los parias son aquí una enorme masa de obreros esclavizados, los cuales, cabizbajos, deben realizar de sol a sol un trabajo robótico para mantener activos los engranajes mecánicos de la megaciudad.

Los jóvenes de la élite, por su parte, se divierten en una sección distinta, realizando carreras de atletismo. Entre ellos está Freder, el heredero; hijo de Joh Fredersen, dueño y señor de Metrópolis. Un harén de atractivas muchachas está a su disposición. Una de ellas es seleccionada para entretenerlo. Pero mientras Freder y la elegida comienzan a solazarse, aparece una misteriosa joven rodeada por niños pobres y harapientos. Freder se olvida de su vida de lujos y decide averiguar quién es esa enigmática chica, que refiriéndose a los niños decía “son vuestros hermanos”.

Entretanto, en la sala de máquinas tiene lugar un aparatoso accidente. Freder presencia la catástrofe y tiene una espeluznante visión: Contempla como se abren las fauces de Moloch para engullir a los obreros, como si éstos estuvieran siendo ofrendados a la maligna criatura en sacrificio. Pero, al parecer, sólo fue una alucinación.

Freder decide ir a ver a su padre, que tiene su oficina en un rascacielos llamado “Nueva Torre de Babel”…

Fredersen tiene un ayudante llamado Josafat. El dueño y señor de Metrópolis está decepcionado con él, porque se ha enterado del “accidente” a través de su hijo y no a través de su segundo al mando. Lo mismo sucede cuando Grot, uno de los capataces, le entrega unos planos que llevaban unos obreros relacionados con la catástrofe ocurrida en la sala de máquinas. Por ello, Fredersen despide a Josafat. Freder, el hijo, trata de hacer recapacitar a su padre, “Qué ocurriría si los obreros se rebelaran contra tí?”. Freder alcanza a Josafat, impidiendo que se suicide, y le propone que de ahora en adelante trabaje para él. Freder quiere ir a “las profundidades”, con “sus hermanos”. Entretanto, Josafat le esperará en casa.

Una vez en lo más profundo de Metrópolis, Freder cambia roles con uno de los trabajadores de las calderas, que maneja unas agujas. El hijo del jefe le encomienda al trabajador que vaya a casa de Josafat y que ambos le esperen allí.

Mientras, Fredersen, encarga a un siniestro individuo con aspecto de vampiro que no pierda de vista a su hijo…

El trabajador, disfrazado con las ropas de Freder, se pone en camino rumbo a la casa de Josafat. Pero mientras está en la limusina, llegan hasta él los prospectos de un club nocturno llamado “Yoshiwara” (con una cita de Oscar Wilde: “Quien quiere vencer a sus vicios debe sucumbir a ellos”). Sin poder resistir la tentación (mujeres, baile, juego y diversión) el trabajador dice al chófer que en lugar de ir a casa de Josafat como le ordenó Freder vaya al Yoshiwara…

Entretanto, Rotwang le hace ver a Fredersen su creación: Un robot biónico creado con los restos de una tal “Hel”. El inventor, que perdió su mano y lleva una prótesis está seguro que la creación de vida artificial le compensa por ello. El amo de Metrópolis le pregunta al científico qué significan esos extraños planos que sus obreros llevan en los bolsillos. Tras un minucioso examen, Rotwang responde que los planos muestran las catacumbas de 2000 años de antigüedad que hay bajo Metrópolis. Ambos deciden ir allí para ver qué es lo que les interesa a los trabajadores en ese lugar.

Freder, que sigue como obrero manejando las agujas del reloj, es avisado de quie una reunión tendrá lugar en las catacumbas y acude allí como un obrero más. En ese lugar subterráneo tiene lugar un culto, oficiado por María, la joven que cautivó a Freder al inicio, diciéndole que esos niños pobres eran sus hermanos. María cuenta la leyenda de la Torre de Babel, una analogía respecto a la ciudad de Metrópolis. Babel fue erigida por miles de escalvos, que “aunque hablaban la misma lengua no se entendían entre ellos”. La joven sacerdotisa-profetisa explica que el proyecto fracasó y la construcción de la Torre colapsó porque faltaba un mediador entre “la cabeza” y “las manos”. Ese mediador es “el corazón”. María dice que, de nuevo, en Metrópolis, debe esperarse el advenimiento de tal mediador (es decir, del mesías). Freder, escuchando todo eso, se siente predestinado, y cuando los obreros se retiran se presenta ante María, diciendo que está dispuesto a asumir las funciones mesiánicas.

Fredersen y Rotwang espían a través de un agujero en las paredes de la caverna. El dueño de la ciudad encarga a su científico de confianza que fabrique un robot con la forma de esa chica…

Cuando Fredersen se retira, Rotwang persigue a Maria por las catacumbas hasta apresarla. Ella había quedado con Freder en la catedral. Éste acude allí, y su decepción es grande al no encontrarla. En la catedral hay estatuas que hacen referencia a los siete pecados capitales. También se alude al Apocalipsis, y a la Gran Ramera de Babilonia, la Mujer Escarlata.

Rotwang encarga a su androide destruir a Fredersen, a su hijo y a su ciudad. Pero para que su plan de resultado deberá hacer que el robot tenga el aspecto de Maria.

Mientras tanto, el siniestro esbirro de Fredersen localiza al trabajador que con las ropas de Freder había recibido el encargo de ir a casa de Josafat (y en lugar de eso se fue de juerga al “Yoshiwara”). Ese trabajador es Georgy, con el número 11811.

Freder va a ver a Josafat, y descubre que Georgy no había ido allí como estaba previsto. Nada más se retira Freder, aparece el esbirro de Fredersen en casa de Josafat. Trata de sobornarlo, pero Josafat no se deja corromper. El siniestro personaje muestra una tarjeta donde se ve para quién trabaja: Para el “Banco Central de Metrópolis”.

Entretanto, Rotwang trata de forzar a Maria para su experimento con el robot. Freder la escucha gritar y corre en su ayuda… Camina por un laberinto de puertas que se cierran y nada puede hacer por evitar que el científico insufle la vida de María a su robot biónico.

Fredersen ordena a la “nueva” Maria, el autómata de Rotwang, que destruya todo el trabajo de la Maria original.

De ser una santa profetisa, Maria ha pasado a convertirse en la Ramera de Babilonia, en la Mujer Escarlata del Apocalipsis, que realiza lujuriosos bailes en el “Yoshiwara”, enardeciendo las pasiones de los hombres y poniendo a unos contra otros.

Al ver eso, Freder colapsa. Tarda tiempo en recuperarse. Pero cuando vuelve en sí, apoyado por su amigo Josafat, decide tomar el rol de “mediador” (de Mesías) para guiar a los trabajadores contra la tiranía y la opresión. Fredersen, por su parte, espera que los obreros se amotinen y así tener la excusa perfecta para reprimirlos…

Ahora hay dos Marías, la original (que sigue viva) y su clon, su doble, el autómata al que Rotwang ha dotado con su aspecto. El traicionero Rotwang está tramando desplazar a Fredersen, para hacerse con el control de Metrópolis en su lugar.

La falsa Maria incita a las masas de obreros a rebelarse contra las máquinas (siendo ella una máquina también). La turba se dirige a la máquina central, con el propósito de destruirla. El rebaño se dirige al matadero: A todas luces, los obreros están a punto de caer en una trampa.

Mientras, Freder y Josafat por un lado, y la auténtica por el otro, intentan evitar la catástrofe y desenmascarar a la impostora.

Metrópolis es anegada por una inundación, pero Freder, Josafat y Maria logran salvar a los niños. Ésto es algo que los obreros ignoran. Cuando el capataz les informa que sus hijos han desaparecido, los trabajadores se desesperan, y culpan de lo ocurrido a la “bruja”. El populacho la busca para quemarla en la hoguera, sin saber que hay dos Marías (lo cual sin duda conducirá a la confusión).

Por su parte, Rotwang trata de atrapar a la Maria original pues ve en ella a “Hel”, la mujer divina e idealizada…

Comentario

Antes de que George Orwell escribiera su “1984”, ya el séptimo arte había dejado para la posteridad una obra maestra del género distópico. “Metrópolis”, cuya versión íntegra apareció en Argentina hace poco más de una década, muestra una sociedad pesadillesca, mecanizada y robótica; resultando visionaria y alertando, con grandes dosis de crítica social, sobre las consecuencias de una deshumanizada sociedad hiperindustrial.

Decía Buñuel que “Metrópolis” tiene dos lecturas, una para “profanos” y otra para “iniciados”. Fredersen hace el gesto de la mano en el pecho (famoso por Napoleón, pero realizado también por Marx, y al parecer señal de reconocimiento en el seno de la masonería). El androide-golem está sentado en un trono bajo el pentagrama invertido, de connotaciones claramente satánicas. Rotwang es el prototípio científico loco à la Frankenstein. Con 100 años de adelanto, ya propone la creación de vida artificial (“el hombre máquina del futuro”) que hoy en día se está planteando seriamente por los partidarios de la robótica. La magia negra y el transhumanismo se dan ahí la mano.

Resulta excelente la atmósfera, sobre todo en escenas como la de las catacumbas, cuando Maria es perseguida por Rotwang a través de criptas en las que se ven cráneos y esqueletos.

También es digna de ser resaltada la escena de Maria como la Mujer Escarlata, con las alucinaciones de Freder y las profecías apocalípticas. La película puede considerarse como una parábola. De hecho el clon de Maria conduciendo a las masas hacia su propia destrucción, resulta reminiscente de la estrategia de manipulación social ejercida desde el vértice de la pirámide y conocida como disidencia controlada.

Se pone de manifiesto lo voluble y manipulable que pueden resultar las masas, las cuales siempre actuarán de una manera o de la opuesta dependiendo de quiénes las conduzcan.

La conclusión de la película, una vez ha sido derrotado el malvado científico loco Rotwang, nos ofrece una moraleja que resulta sencilla y profunda al mismo tiempo: Entre la cabeza y las manos siempre tiene que mediar el corazón. Ésto vale tanto para las personas en lo individual, como para las sociedades. Y aquí la “cabeza” de Metrópolis, ciudad que arquetípicamente representa a una sociedad orgánica, es Fredersen; las “manos” son los obreros (siendo el portavoz de los mismos su capataz Grot) y el “corazón” es Freder, el mediador, el “mesías” anunciado por la profetisa Maria.

A ésta (y a su clon) la encarna magistralmente Brigitte Helm. Como la auténtica Maria, la actriz logra transmitir un aura de gran bondad y pureza, mientras que en el rol del autómata creado por Rotwang, sus expresiones faciales y gesticulaciones atestiguan gran maldad y lascivia. El contraste es enorme. Digna de mención es la escena en la que la Maria-robot baila libidinosamente en el Yoshiwara, haciendo que los burgueses allí presentes pierdan el control.

El nombre japonés Yoshiwara, por cierto, significa “El buen prado de la suerte”, y era el nombre que recibía el distrito de los burdeles en Edo (actual Tokyo) durante el shogunato Tokugawa.

La escritora Thea von Harbou, esposa del director, se encargó del guión con la colaboración del propio Lang.

En “Metrópolis” se combinan la crítica social (intención original de Lang) con la metafísica. Thea von Harbou, apasionada de la India, tenía gran interés por temas místicos. El film contiene numerosos elementos de carácter iniciático. La propia ciudad de Metrópolis alude probablemente a Nueva York, la “nueva Babilonia”, una ciudad vertical, repleta ya entonces de rascacielos (equivalentes modernos de ziggurats y obeliscos). Vemos también a lo largo del metraje simbología numerológica, geométrica; se destaca la importancia del “tiempo” (un elemento del demiurgo) mediante el simbolismo de los relojes (no sólo en las maquinarias que Freder trata de controlar). La casa de Rotwang, antigua y con figuras de gárgolas en la fachada, así como la catedral gótica contrastan poderosamente con el resto de la arquitectura de esa jungla de asfalto vertical y futurista.

El director de fotografía fue Karl Freund, quien unos años después realizaría el mismo trabajo en EEUU para la ya sonora „Dracula“ de Tod Browning (1931).

Frankenstein – James Whale, 1931

Frankenstein

EEUU, 1931

Director: James Whale

Género: Terror, adaptación literaria

Guión: Garrett Fort, Francis Edward Faragoh

Intérpretes: Boris Karloff, Colin Clive, Mae Clarke, John Boles

Argumento

Henry Frankenstein es un ambicioso científico que se ha propuesto realizar un importante experimento. Junto a su asistente el jorobado Fritz se dedica a desenterrar cadáveres en cementerios y a descolgar ahorcados del patíbulo, pues quiere fabricar con pedazos de esos cuerpos un nuevo ser humano. Frankenstein está convencido de poder crear vida, empleando restos mortales y poniendo en práctica sobre ellos sus avanzados conocimientos en el campo de la electro-biología.

Elizabeth, la prometida de Henry, está muy preocupada por el científico. Hace tiempo que no se ven, ya que su trabajo lo mantiene constantemente ocupado. Los macabros experimentos, de los que sólo su fiel Fritz conoce los pormenores, absorben completamente a Henry. Asimismo, el viejo barón Frankenstein se pregunta qué se traerá su hijo entre manos. El pueblo de Goldstadt ya se prepara para las nupcias de Henry y Elizabeth, pero como el científico siga manifestando un comportamiento tan errático, deberá aplazarse la boda.

Acompañada por Victor, un amigo de la familia, Elizabeth va a ver al doctor Waldman, antiguo profesor de Henry en la universidad. Entre los tres tratarán de hacerle entrar en razón.

Mientras tanto, Fritz se cuela en la universidad y sustrae un cerebro conservado en formol para las clases de anatomía. Es la única pieza y la más importante que falta para que el proyecto de Frankenstein tenga éxito. Por error, en lugar de un cerebro sano y normal, toma el de un criminal psicópata…

En el castillo donde Henry se dedica a su experimento ya todo está preparado. La noche de tormenta resulta idónea, pues gracias a un aparato captador de rayos el cuerpo compuesto a base de cadáveres recibirá las descargas eléctricas necesarias para revivir… Pero cuando el joven Frankenstein está a punto de iniciar el proceso llegan visitantes inesperados: Elizabeth, Victor y el doctor Waldman insisten en que les dejen entrar. Quieren convencer a Henry de que regrese con ellos a Goldstadt para preparar la boda.

Frankenstein no se echa para atrás ante el contratiempo: Decide demostrar a los recién llegados que no está “loco” como ellos piensan, sino que es un genio. Activa su aparato y el engendro cobra vida.

Henry intenta domesticar a su criatura, pero la actitud de Fritz lo echa todo a perder. Con una antorcha, el lacayo se dedica a atormentar al monstruo, hasta que éste logra liberarse de sus cadenas y trata de fugarse. El científico comienza a percatarse de que crear vida por su cuenta no ha sido una idea demasiado buena, después de todo.

Precisamente el día de la boda de Henry y Elizabeth, el monstruo consigue escapar de su cautiverio. Ello llevará consigo impredecibles consecuencias para el idílico pueblo de Goldstadt y sus alrededores…

Comentario

Éste año de 2018 se cumplen dos siglos desde que la escritora Mary Shelley publicara su famosa novela gótica (probablemente inspirada por las leyendas del gólem). La joven autora inglesa, esposa del poeta Percy B. Shelley, sólo contaba con 21 años de edad cuando escribió “Frankenstein o el moderno prometeo”, obra cumbre de la literatura decimonónica que como el “Drácula” (1897) de Bram Stoker daría lugar más adelante a un sinnúmero de adaptaciones cinematográficas.

Éste clásico de la Universal, dirigido por el británico James Whale, es uno de los más conocidos, uno de los mejor logrados y también uno de los primeros (existe una película más antigua sobre Frankenstein, un cortometraje mudo de 1910.

En 1935 James Whale realizaría una secuela de ésta película, “La novia de Frankenstein”, también de la productora Universal; al igual que la adaptación de “Drácula” (Tod Browning, 1931) protagonizada por Bela Lugosi. Y en las décadas siguientes la gran pantalla explotaría hasta la saciedad a éste trágico engendro compuesto a base de múltiples cadáveres. El prolífico Joe D´Amato, casi hacia el final de su carrera, rodaría la interesante “Frankenstein 2000” (1991), y antes, también en Italia, el ignoto Mario Mancini filmó “Frankenstein ´80” largometraje de ínfimo presupuesto que no por ello deja de ser sumamente recomendable. Por otro lado, los cineastas mexicanos aprovecharon la historia para enriquecer temáticamente a la saga del justiciero luchador enmascarado Santo: Así pues verían la luz “Santo y Blue Demon contra el doctor Frankenstein” (1974) o “Santo vs. la hija de Frankenstein” (1972) – ambas realizadas por Miguel M. Delgado, director habitual de las comedias de Cantinflas. Del mismo modo, y aunque no se alude explícitamente al nombre de “Frankenstein”, se rodaron en México muchas películas más con “científicos locos y sus criaturas” como aliciente principal: Entre ellas destacan “Las luchadoras contra el médico asesino” (1963) o su remake a color “La horripilante bestia humana” de 1969 (ambas de René Cardona); o también “El monstruo resucitado” (1953), un clásico del maestro Chano Urueta.

Extrañamente, en la versión cinematográfica de Whale el científico se llama “Henry” y no “Victor”, como en la novela, mientras que aquí “Victor” es el amigo de la familia – que tiene un rol un tanto “pagafantas” respecto a Elizabeth. Ello puede llamar a la confusión.

El film que hoy nos ocupa lanzaría a la fama a Boris Karloff, y marcaría la estética que desde entonces hasta hoy tiene el monstruo de Frankenstein en el inconsciente colectivo y en la cultura popular; del mismo modo que el personaje de Bela Lugosi haría lo propio con el mítico vampiro Drácula.

La novia de Frankenstein – James Whale, 1935

La novia de Frankenstein (V.O. Bride of Frankenstein)

EEUU, 1935

Director: James Whale

Guión: William Hurlbut

Guión: Garrett Fort

Intérpretes: Boris Karloff, Colin Clive, Valerie Hobson, Elsa Lanchester

Argumento

Una noche de tormenta, el célebre poeta inglés Lord Byron se encuentra en un castillo con el matrimonio formado por sus amigos escritores Percy B. y Mary Shelley. Ambos hombres alaban el talento de Mary, que ha publicado con gran éxito su novela “Frankenstein” (1818). Mary afirma que la historia del científico obsesionado con crear vida a partir de pedazos de cadáveres no concluye en su libro. Tanto el Dr. Frankenstein como su engendro lograron sobrevivir al incendio provocado en la torre-laboratorio por los furiosos aldeanos al final del relato. Así, Mary Shelley empieza a narrar la continuación de la historia…

El malherido barón Henry Frankenstein fue llevado inconsciente a su castillo, donde le esperaba su mujer Elizabeth. El monstruo, por su parte, logra salvarse al caer en una especie de pozo. Los lugareños lo consideran un asesino peligroso e incontrolable, pues provocó la muerte de varias personas en la comarca; entre las víctimas se encuentra una niña. Al salir a la superficie, la criatura se esconde en el bosque. Una pueblerina lo ha visto, y espantada da la voz de alarma; aunque nadie la toma en serio.

Mientras tanto, Henry va recuperándose progresivamente de sus heridas. Elizabeth cuida de él. Una noche llega al castillo un enigmático visitante. Se trata del Dr. Pretorius, antiguo profesor de Henry en la universidad. Pretorius, a cuyos oídos han llegado los progresos científicos de su ex-pupilo, le anuncia que también él ha sido capaz de crear vida y le pide su colaboración para continuar adentrándose en esos fascinantes experimentos. Pero tras su fiasco Henry se ha convencido del error (y del horror) que esos desafíos a la naturaleza suponen; y se niega a ser partícipe de nuevos proyectos similares. No obstante, acompaña a Pretorius hasta su laboratorio, donde el veterano hombre de ciencia le muestra unos minúsculos personajes en el interior de cilindros de cristal transparentes. Las mini-criaturas de Pretorius están caracterizadas como rey, reina, arzobispo, bailarina de ballet, etc…

El monstruo, a todo ésto, vaga por el bosque asustando a todo aquel que encuentra a su paso. Es capturado y llevado a las mazmorras. Pese a estar encadenado no le resulta demasiado difícil escapar, y regresa a los bosques. Atraído por la música de un violín llega hasta una choza en la que vive un solitario y viejo músico. Para sorpresa del monstruo, ese hombre no lo rechaza ni lo trata con hostilidad, sino que le invita a pasar y lo considera como a un amigo. Pues el violinista es ciego, y no puede ver sus horrendas facciones. El monstruo es incapaz de articular palabra, pero entiende lo que se le dice. Poco a poco el violinista le enseña algunos vocablos, hasta que aprende a hablar de manera rudimentaria. Pero un día, unos lugareños llegan a la choza y al ver al monstruo tratan de cazarlo. El infeliz ser se ve obligado a huir de nuevo, perdiendo a su único amigo.

El monstruo se refugia de la turba aldeana en la cripta de un cementerio. Allí precisamente llega el doctor Pretorius con unos ayudantes. Buscan cadáveres de mujeres jóvenes para sus delirantes experimentos. Cuando Pretorius ve a al monstruo, le habla de sus proyectos. El ser entiende todo perfectamente, sabe incluso quién es su creador y es consciente de que él está hecho a base de cuerpos muertos. Cuando Pretorius le expone la idea de crearle una mujer, una compañera, el engendro reacciona con entusiasmo.

Con el monstruo de su lado, Pretorius logra presionar a Frankenstein para que acepte finalmente colaborar con él. Para que el chantaje sea completo, el monstruo secuestra a Elizabeth. Ahora Henry Frankenstein se ve obligado a producirle una mujer a su monstruo si quiere volver a ver a su propia mujer…

Comentario

Muy bien lograda secuela del clásico Frankenstein“ (James Whale, 1931) rodada cuatro años después por el mismo director. Se trata probablemente de uno de los primeros cruces de géneros de la historia del cine, que incluye hasta algunos toques cómicos.

El estereotípico científico loco Pretorius (al lado del cual el Dr. Frankenstein es un paradigma de la razón y la cordura) no sólo quiere crear un hombre a base de cadáveres. Sus ambiciones van más allá, pues desentrañando los misterios de la vida y la muerte busca originar toda una raza nueva. Para ello es necesario crear una compañera para el monstruo ya existente. Un engendro femenino que le sirva al monstruo de mujer.

El monstruo de Frankenstein, al que todos los lugareños temen y atacan, no es en realidad „mala persona“, no tiene motivaciones crueles o agresivas. Su propia existencia le condena ya a ser la primera víctima de su demente creador. Se comporta como un niño animalesco, es capaz de comprender y sentir, y necesita un afecto que es imposible de encontrar en éste mundo para un ser como él. Sus reacciones violentas están motivadas por la actitud de los demás hacia él. Para el espectador es fácil sentir empatía con éste monstruo, sobre todo en la emotiva escena donde vemos su amistad con el ciego violinista.

El doctor Frankenstein (que aquí se llama Henry, aunque en la novela es Victor) y sobre todo Pretorius aspiran a emular al demiurgo, jugando con “los misterios de la vida y de la muerte” y traspasando la frágil barrera que separa la ciencia de la magia negra (tal y como menciona en cierto momento el propio Henry).

Más que una película puramente de “terror”, como tradicionalmente se la clasificaría al tratar sobre monstruos, éste film es un drama con elementos góticos, de ciencia ficción, y una pizca de humor. Los toques cómicos pueden observarse en varios momentos del metraje; como al inicio cuando la mujer da la mano al hombre que cree que es su marido para que salga del pozo donde ha caído, pero a quien está realmente ayudando es al monstruo… O cuando el violinista le enseña a fumar al monstruo, que tiene miedo del fuego y el humo… Sin olvidar a los graciosos homúnculos disfrazados que Pretorius le muestra a Henry.

Para escribir su aclamada novela “Frankenstein”, es posible que Mary Shelley se inspirara en las leyendas judías de los golem, que tienen un concepto muy parecido: Rabinos que mediante magia negra cabalística se dedican a crear autómatas a base de materia inanimada para convertirlos en sus esclavos; y a veces los golem se rebelan contra ellos. En éste contexto es curioso mencionar que en un momento del film Pretorius lleva sobre la cabeza un gorro que parece ser una kipá.

“La novia de Frankenstein”, que sólo aparece en los minutos finales, está interpretada por Elsa Lanchester; la misma actriz que en el prólogo fílmico del inicio daba vida a Mary Shelley. El mítico Boris Karloff, junto a Bela Lugosi uno de los actores más emblemáticos del cine clásico de terror, vuelve a hacer de monstruo; empleando la misma estética que en la primera película.

Drácula – Tod Browning, 1931

Dracula

EEUU, 1931

Director: Tod Browning

Género: Terror, adaptación literaria

Guión: Garrett Fort

Intérpretes: Bela Lugosi, David Manners, Helen Chandler, Dwight Frye, Edward Van Sloan

Argumento

El abogado británico Renfield viaja a un remoto rincón de la Transilvania profunda para encontrarse con un excéntrico aristócrata que vive en un viejo castillo. Ambos deben hablar de negocios. En el pueblo cercano, los aldeanos advierten al inglés del peligro que le aguarda si acude a su cita con el conde Drácula. Según las habladurías de los lugareños, el solitario noble esconde oscuros secretos, relacionados con el vampirismo. Pero Renfield ignora las advertencias, considerándolas supersticiones, y poco después se presenta en el castillo.

Drácula quiere comprar propiedades en Londres, y ese es el motivo por el cual ha hecho venir al abogado. Por la noche, Drácula revela su auténtica naturaleza: Hipnotiza a Renfield y lo ataca, convirtiéndolo en su esclavo.

Poco después ambos viajan rumbo a Inglaterra a bordo de la goleta Vesta. Una vez en Londres, Renfield resulta ser el único miembro de la tripulación que queda vivo. Completamente trastornado, el abogado es recluído en el sanatorio del doctor Seward – una clínica que se encuentra cerca de la residencia alquilada por Drácula.

Noches después, Seward visita al conde en su villa de Londres. El doctor llega acompañado de su hija Mina, del prometido de ésta, Jonathan Harker, y de la joven Lucy, amiga de la familia. Lucy se siente instantáneamente atraída por el apuesto aristócrata extranjero. Esa misma noche, Drácula visita a Lucy en su dormitorio transformado en murciélago. El conde es un vampiro, que muerde a la chica en la yugular para beberse su sangre. La joven amanece muerta,con dos extrañas marcas en su cuello…

Mientras tanto, el profesor van Helsing estudia el comportamiento estrafalario del enloquecido Renfield. El antiguo abogado, recluído en un manicomio tras su regreso de Transilvania, siente la necesidad compulsiva de comer moscas y arañas. Además, el científico comprueba que Renfield padece una reacción alérgica ante una planta que sirve para protegerse de los vampiros.

Tras Lucy, le llega su turno a Mina… Drácula también entra por la noche en su cuarto, para succionar su sangre. La chica no muere al día siguiente, pero se encuentra cada vez más débil.

Cuando Drácula regresa a su residencia, conoce a van Helsing. Éste se percata de que el conde no se refleja en los espejos, deduciendo que se trata de un vampiro: El responsable de la enfermedad de Renfield y la muerte de Lucy.

La prensa se hace eco de la presencia de una misteriosa mujer que ataca a los niños por las noches. Por la descripción, Mina intuye que se trata de su amiga Lucy… Ésta ha regresado de la tumba convertida en vampira. El profesor van Helsing, que además de científico está versado en el ocultismo y en los estudios de lo paranormal, se dispone a frenar a Drácula con la ayuda de Jonathan Harker – quien por todos los medios desea impedir que su prometida Mina sufra el trágico destino de Lucy…

Comentario

Casi una década después de que el cineasta expresionista alemán Murnau filmara “Nosferatu” (1922), el norteamericano Tod Browning llevó a la gran pantalla la adaptación del clásico del terror gótico “Drácula” – novela escrita por Bram Stoker en 1897. La versión de Murnau se rodó sin tener en cuenta los derechos de autor de la historia (que en aquel momento poseía la viuda de Stoker), y por ello tuvo numerosos problemas legales. Ese fue uno de los motivos por los cuales la película alemana se distribuiría como “Nosferatu” (sinónimo de “vampiro”). Además, allí el conde protagonista se llama “Orlok”, en lugar de “Drácula”. Aparte de eso, la línea argumental de la primera versión muda es idéntica.

A finales de los años veinte se escenificaron en Inglaterra y EEUU diversas obras de teatro con la historia del vampírico conde – ésta vez, con los correspondientes permisos y los derechos de autor en regla. En una de esas obras, el vampiro fue interpretado por el actor Béla Lugosi – un húngaro que, como el personaje, procedía realmente de Transilvania.

En 1930, el director Tod Browning (quien dos años después filmaría la interesante “Freaks”) se propuso rodar una nueva versión de la novela – ésta vez con sonido. Originalmente el designado para ponerse en la piel de Drácula fue el mítico Lon Chaney (“el hombre de las mil caras”), una estrella del cine de terror mudo (que por cierto influenciaría mucho a Narciso Ibáñez Menta, el padre de Chicho Ibáñez Serrador). Entre sus roles más conocidos destaca el de una de las primeras adaptaciones de “El fantasma de la ópera”. Pero Chaney falleció, y Browning decidió recurrir entonces al actor teatral que había encarnado al vampiro en la obra de 1927: Béla Lugosi. Ésta película daría fama mundial al carismático Lugosi, convirtiéndolo en todo un icono del cine de terror clásico. La imagen del vampiro, tan diferente a la que ofrecía Max Schreck en el film de Murnau, marcaría a muchos directores posteriores para futuras versiones de la novela, y películas de vampiros en general (especialmente aquellas de la Hammer protagonizadas por Christopher Lee). De ese modo, la tétrica imagen de Lugosi caló en el imaginario colectivo como el Drácula arquetípico.

Sin embargo, es menester mencionar que nada tiene que ver la historia del vampiro de Stoker con el Drácula histórico real, Vlad Tepes (llamado “Vlad Draculea” porque su dinastía tenía un dragón, “dracul”, en su escudo heráldico). Éste era un príncipe de la Valaquia, héroe nacional rumano, que defendió a su pueblo de los invasores turcos (usando métodos bastante expeditivos). De igual manera que la viuda de Stoker denunció a Murnau por plagio y violación de los derechos de autor, los rumanos podrían haber demandado antes a Stoker por distorsionar y corromper la imagen de uno de sus héroes nacionales (extendiendo sobre el Vlad Tepes histórico la falsa leyenda negra de que era un “vampiro”, un “monstruo sanguinario”, etc).

Volviendo a la película que nos ocupa, se trata sin duda de uno de los grandes clásicos del terror de la productora Universal, junto a la adaptación de “Frankenstein” de James Whale (también de 1931), su secuela “La novia de Frankenstein” (James Whale, 1935), “El hombre lobo” (George Waggner, 1941), o la versión de “El fantasma de la ópera” de Arthur Lubin (1943) entre otros títulos.

Béla Lugosi también participaría en la memorable “White zombie” (Victor Halperin, 1932), una de las primeras películas de temática zombi, donde aparecen muertos vivientes en el haitiano contexto del vudú. Hacia el final de su carrera, Lugosi se convirtió en un colaborador recurrente de directores de la “serie B”, entre ellos el famoso Ed Wood.

Al mismo tiempo que Tod Browning rodaba ésta “Drácula” con Lugosi en lengua inglesa, se filmó una adaptación de la misma historia en español para el mercado hispano – En los mismos estudios y empleando el mismo guión, pero con actores diferentes. El Drácula hispano, dirigido por George Melford, es muy similar pero cuenta con matices distintos. En esa versión el conde fue encarnado por el español Carlos Villarías y el personaje equivalente de Mina (aquí llamada Eva) recayó en la mexicana Lupita Tovar (quien murió en 2016, a la muy longeva edad de 106 años). La versión hispana se consideró perdida hasta bien entrada la década de los ´70.

Introducción a Conan el Bárbaro

Sobre este emblemático personaje del género de espada y brujería creado por el gran Robert E. Howard: Desde sus comienzos en la revista Weird Tales en la década de los 30s, hasta su salto a la gran pantalla en 1982 de la mano de John Milius y Arnold Schwarzenegger, pasando por su dilatada carrera en el mundo del cómic.

Crítica de la película Conan el Bárbaro

Crítica de Gunan el Guerrero

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La caracola y el clérigo – Germaine Dulac, 1928

La caracola y el clérigo

Francia, 1928

Directora: Germaine Dulac

Guión: Antonin Artaud

Género: Surrealismo, cine mudo

Argumento

Un hombre vierte un líquido oscuro en botellas, sirviéndose para ello de una caracola. Lo espía con indignación un militar altamente condecorado, quien porta un largo y reluciente sable.

Las botellas, una vez llenas de líquido, son dejadas caer al suelo por el personaje que las llena. Vemos que éste es un sacerdote, pues viste sotana con alzacuellos. Está muy concentrado en su labor, pero se le nota nervioso. Las botellas van haciéndose añicos a su lado.

El militar se aproxima a él a paso ralentizado, quitándole la caracola y partiéndola con su sable.

Después, el cura camina a gatas por toda la ciudad; hasta ver a una atractiva mujer en un coche de caballos. Se trata de la esposa del militar, y éste se sienta al lado de ella. Poco más tarde, en una iglesia, el clérigo observa a hurtadillas que la mujer se está confesando, y que quien escucha la confesión es su propio esposo. Enfurecido, el cura interviene para estrangular al militar…

Comentario

Un año antes de que Buñuel y Dalí realizaran su célebre “Un perro andaluz” (1929) se filmó también en Francia ésta película (que al contar con unos 40 minutos de duración puede considerarse mediometraje). El film que hoy nos ocupa resulta por lo tanto precursor y pionero del género vanguardista del surrealismo en la gran pantalla. La película tiene una atmósfera claramente onírica. El guionista fue nada menos que Antonin Artaud, dramaturgo francés conocido por ser el padre del llamado “teatro de la crueldad”, y cuya estética y posicionamientos estilísticos se aproximan mucho a la corriente surrealista que en la Francia de los años ´20 cultivaban Breton, Dalí o Buñuel entre otros artistas. Artaud, muy interesado en temáticas esotéricas y psiconáuticas (experimentó en México con el peyote) sería asimismo uno de los inspiradores del “movimiento pánico” que varias décadas después desarrollarían Jodorowsky, Arrabal y Topor. Artaud, quien entre muchas otras obras publicó un libro sobre el emperador romano Heliogábalo, escribió varios guiones de cine, cuando el séptimo arte aún estaba en pañales.

Entre dichos guiones el más conocido es el de “La caracola y el clérigo”. Al parecer, Artaud no quedó satisfecho con el resultado final de la película y consideró que la directora Germaine Dulac había adulterado la intencionalidad que el trató de plasmar en su guión.

Hay que señalar que muchos fueron los guiones escritos en los años ´20 por surrealistas, pero poco los que fueron llevados a la gran pantalla. Pues expresar en imágenes los desfases y divagaciones de la mente resultaba aún harto complicado.

Sea como fuere, la película da la impresión al espectador de estar viviendo una especie de sueño hipnótico, a lo que contribuyen (además de una historia más allá de toda lógica) los planos (muchos de ellos picados, y desde perspectivas inverosímiles), así como la banda sonora (que en ocasiones parece incitar a la somnolencia y en otras cuenta con unos acordes polifónicos y un tanto caóticos, como en la escena del estrangulamiento). Asimismo está presente en la película una obvia simbología de corte ocultista, como por ejemplo el suelo ajedrezado (en el salón de baile).

De los actores, el que tiene la tiene más larga (me refiero a su carrera fílmica) es el que hace de general, Lucien Bataille, quien participó en 80 títulos entre 1910 y 1945. Alex Aillin (el sacerdote) y Genica Athanasiou (la chica), quien procedía de Rumanía, apenas intervinieron en una decena de películas (la mayoría mudas).

Especialmente interesante resulta el acompañamiento musical, añadido por cierto mucho después, y que ensalza de forma envolvente esa atmósfera onírica del film.