Vite perdute (Vidas perdidas) – Giuseppe Greco, 1992

Vite perdute

Italia, 1992

Director: Giuseppe Greco (a.k.a. Giorgio Castellani)

Género: Drama social, tragicomedia

Guión: Giuseppe Greco

Intérpretes: 
Gianni Celeste (Rosario Raito), Filippo Genzardi (Pietro), Maurizio Prollo (Salvatore Arcuri), Salvatore Termini (Scimmietta), Alfredo Li Bassi (Filippo)

Argumento

La película cuenta las andanzas de un grupo de jóvenes delincuentes de medio pelo en la turbulenta Palermo de principios de los noventa (algo así como los “perros callejeros” sicilianos). Se suceden varios episodios interrelacionados por la involucración de los integrantes de la banda, que también por separado hacen de las suyas, en sus respectivos microcosmos.

Al inicio del film, comienza la historia vista desde la perspectiva de un pobre desgraciado muerto de hambre, que se las ingenia para sustraer un pollo asado con la ayuda de una especie de tridente, y que está perdidamente enamorado de Lucia, una chica de familia acomodada, que pasa de él olímpicamente. Como el infeliz no tiene teléfono en su casa, le escribe una carta a Lucia rogándole que llame al teléfono de su vecina, la signora Carmella, y que ésta le avisaría a él. Obviamente, ella nunca le llamará; y sin que volvamos a tener noticia del desventurado, la siguiente escena nos transporta a las correrías del grupo delictivo…

El líder de los malvivientes es un veinteañero llamado Rosario. Él y su banda organizan el secuestro de Lucia, la hija de familia rica. Un día la interceptan a la salida de su casa y la introducen por la fuerza en un coche, dándose a la fuga. Una patrulla de la policía secreta que se encontraba en las inmediaciones observa los hechos y se dispone a detener a los delincuentes. Se desata una larga persecución por las calles de Palermo, que luego continúa en la carretera por las montañas a las afueras de la ciudad. Los secuestradores huyen en dos coches diferentes, y uno de ellos (con la policía “pisándole ya los talones”); precisamente aquel donde también se encuentra la secuestrada, se sale de la carretera y cae rodando por una empinada pendiente, impactando contra las rocas y explotando a continuación. Rosario, que iba en el otro coche algo más por delante, contempla la escena estupefacto, y para vengar a sus amigos, frena, desciende del automóvil y acribilla a balazos a los policías perseguidores, a los que considera responsables de la tragedia.

Por la noche está en su cama tratando de dormir, sin lograr conciliar el sueño a causa de la congoja que le producen los hechos del día; cuando llega su madre (muy preocupada por la vida inestable y errática que lleva) y le amonesta por “no seguir con sus estudios”, “no buscarse un trabajo”, etc, como las madres típicamente suelen hacer.

La progenitora de Rosario trabaja de criada en la casa de un influyente político, que se siente eróticamente atraído por ella. Se trata lógicamente de una madurita, pero el rechoncho y calvo “onorevole” es aún más “madurito”, y se aprovechará sexualmente de ella cuando Rosario es encarcelado tras un intento de atraco, pues con sus influencias consigue la rápida liberación del joven a cambio de ciertos “favores” por parte de la madre de éste. Rosario es puesto en libertad no sólo debido a la intercesión del político, sino también debido a que un incómodo testigo de sus fechorías ha sido intimidado por sus secuaces para que en el momento del careo padezca ciertas “lagunas mnemónicas”, declarando “no acordarse” y “no reconocer” al delincuente entre los sospechosos… Una vez el jefe del grupo está en la calle, se reúne con sus „discípulos“ y tiene lugar una especie de parodia de la última cena.

Pero un policía que se parece a Bud Spencer, insatisfecho con el lamentable hecho de que los rateros salgan a la calle poco después de ser detenidos y harto de la impotencia de la justicia para condenar a los delincuentes, tratará de poner fin a las correrías de Rosario y los suyos.

Comentario

Las tramas dentro de la trama no siempre están bien hilvanadas, de forma que a veces no alcanza del todo a comprenderse la “historia-esqueleto” que sostiene a la película. Por ejemplo, el pobre desgraciado que aparece al inicio, que en los primeros diez minutos se supone que será el protagonista, y con el que el público empieza a sentir gran empatía, ya no vuelve a aparecer más. Ésto es atribuíble a los fallos que presenta en el guión ésta desconocida (pero interesante) producción transalpina.

Existen ciertas reminiscencias pasolinianas (y “eloydelaiglesianas”), pues se encuentra retratado ese subproletariado con tendencia a la comisión de actos delincuenciales, temática recurrente del cineasta boloñés, como en “Accatone” (1961) o “Mamma Roma” !962) (y en España, del cine quinqui)… En éste contexto también viene a la memoria “Amore Tossico” (1983) de Claudio Caligari (protagonizado, como “El Pico” (1983), por auténticos yonkis y maleantes), aunque éste film se encuentra más bien encuadrado en la línea de “Christiane F.” (1981) y los dramas de drogodependientes heroinómanos de los años ochenta.

El director de éstas “Vidas Perdidas” es el hijo, nada menos, que del jefe de la Mafia siciliana Don Michele Greco (1924-2008), conocido como “El Papa” y mediador entre las familias de la Cosa Nostra, condenado en el Maxiprocesso de Palermo en 1986 – Una especie de Vito Corleone de la vida real.

La banda sonora corre a cargo de un grande: Claudio Simonetti, líder de los Goblin, compositor también de la excelente y setentera/ochentera música synth-rock-wave que acompaña a la mayoría de las películas de Dario Argento (“Suspiria”, “Profondo Rosso”, etc).